viernes, 7 de mayo de 2010

Cuta en la Corte de Sool



Ella sabía que ese día tendría visitas, podía ver todos los signos en el ambiente: las mariposas entrando a la casa, la llama de su cocina a todo dar, el intenso olor del café recién hecho aunque ya tenía más de dos horas de haberlo preparado. Alguien iría hoy a visitarles, eso era un hecho, ¿pero quién? Ayer había pasado el día con todas sus amigas y ninguna le dijo nada acerca de irle a visitar, Guro estaba trabajando en los muelles, por lo que era poco probable que alguno de sus amigos pasara por allá, a menos que se tratara de otro pretendiente, pero ya hacía tiempo que Cuta había dejado bien clara su poco interés por los amigos de su hermano. Muy bien, lo sabría en el transcurso del día. Suspiró con resignación mientras terminaba de comer el bizcocho que se había preparado para desayunar. Le gustaba comer sentada en el balcón de la ventana de su cuarto mientras miraba como maduraba la mañana. Al terminar paseo la mirada por su habitación, tal vez en búsqueda de alguna alternativa para el día de hoy, sus ojos se detuvieron un momento en su uniforme de entrenamiento, y una sonrisa de entusiasmo se dibujó en sus labios mientras contemplaba el lustroso brillo del yelmo y de la espada. Le encantaba vestir su uniforme, para ella no había nada más cómodo que sus blandas y altas botas de cuero, tuvo que resistir el impulso de colocárselas. Junto a las botas estaban cuidadosamente dobladas su falda y la blusa de olivo y marrón, los miró por otro largo rato y no pudo resistir más la tentación, se levantó, caminó hasta el rincón en donde estaban, tomo la blusa y la apretó contra su pecho mientras miraba la luz que entraba por la ventana. El Sol ya tenía bastante altura, la luz era clara y la mañana muy fresca.

  • Si alguien iba a venir hoy pues tendrá que regresar luego – dijo para si misma.

Bajó las escaleras a la carrera, no quería estar en la casa para cuando llegara esa visita, quienquiera que fuera, tomó la llaves de su rueda todo terreno y apresuró el paso hacia la puerta, poso la mano en el pomo de la puerta y la abrió. Pero al salir todo había cambiado, la fresca brisa ahora era helada y de rancio olor, el sol se había ocultado tras negras nubes y no se veía ni un ave o animal por los alrededores. Los años de entrenamiento de Cuta tensaron todo su cuerpo, casi sin percatarse envió sus sentidos a explorar, pero no necesitaba hacerlo sentía el peligro en todas partes. Demasiado pronto sus sentidos regresaron, lo que no era muy buen señal pues eso era indicativo de un peligro realmente grande. Su olfato le trajo el olor de la sal y su oído venía invadido por el campaneo de las drizas contra los mástiles.

  • Guro – Un temor helado le lleno las venas.

Se percató de que se sentía ligera y más fuerte de repente. Pensó en correr hasta su rueda pero cuando fue a hacerlo sintió un cambio. Su cuerpo sintió como la presión bajo en torno a ella, el frío se incrementó y su corazón se detuvo por un instante. Apenas tuvo tiempo de saltar y quitarse del camino. Una enorme onda de energía había golpeado justo en el lugar donde había estado parada fue como si el aire se partiera y diera paso a un puño gigante que había arremetido contra las lozas en la entrar de su casa. Luego de aterrizar sobre sus pies, unos cuantos pasos más adelante Cuta volvió la mirada y observó una oscura figura en medio de aquella porción de tierra cóncava en la que había estado parada hacía medio segundo. Un brujo.

Cuta le reconoció por las trenzas terminadas en cuentas negras en las cuales estaba recogido su cabello. El torso lo llevaba cruzado por cuerdas también trenzadas y llevaba pantalones negros que terminaban en unos pies descalzos.

A diferencia de las historias de paladines y villanos aquí no hubo presentación alguna, de un brusco movimiento el brujo se había desenrollado la cuerda que le envolvía el pecho y la cintura la cual resultó ser un látigo. El látigo chasqueó sobre el aire que ahora ocupaba el lugar donde había estado parada Cuta que nuevamente había saltado hacia un lado para esquivar el segundo ataque. Era un látigo sanamés, Cuta los había visto antes y sabía que eran capaces de cortar la carne y los huesos como si fueran de papel. Debía mantenerse cerca, mientras mayor fuera la distancia entre ellos, mayor sería la ventaja de él. Para el tercer chasquido Cuta había logrado acercarse dos pasos más dentro del circulo del látigo y había desenvainado su espada, pero el brujo era diestro y el cuarto y el quinto chasquido fueron casi consecutivos, logrando morder este ultimo a Cuta en una pierna, por fortuna el cuero de la bota le protegió de los dientes del látigo aunque no del golpe. Cuta hincó una rodilla sobre el suelo para evitar caer, el látigo dibujó otro circulo en el aire y rompió hacia Cuta, pero no hubo chasquido esta vez, al menos ella no lo escuchó, una esfera azulada la había envuelto, producto del conjuro de protección que ella misma había invocado. El látigo había golpeado el escudo y continuando su viaje para terminar enrollado en un bastón que estaba calvado en el suelo justo entre ella y el brujo. Era curioso, hacía un segundo ese bastón no había estado allí. El brujo miró con asombro a Cuta y el bastón, y entonces Cuta se dio cuenta que las cuentas en las trenzas de su cabello ya no eran negras del todo. Cada cuenta era un ojo, y cada uno de un color diferente: negros, pardos, azules, verdes en incluso violeta. Todos los ojos, incluso los de Cuta se posaban el la figura que estaba sujeta en la parte de arriba del bastón, como si lo acabara de trepar y mirara desde arriba lo que ocurría en el suelo. Llevaba una falda larga y negra y una camisa sin mangas que mostraban brazos adornados por pulseras de cuentas y brazaletes de cuero. Otro brujo.

Diez ojos habló entonces:

  • ¿Quien eres?

Pero el segundo brujo no respondió de inmediato, levantó una de las manos como si saludara a su interlocutor y casi en un murmullo musitó: Mul. Y el látigo del primer brujo se encendió en llamas que comenzaron en el bastón y corrieron hasta el mango del látigo. Muy pronto sólo el mando en la mano del brujo era lo que quedaba de su arma.

Diez ojos retrocedió, con cautela, pero sin mostrar preocupación o miedo alguno. Cuta se puso de pié, y el recién llegado se dejó deslizar por el bastón hasta el suelo.

  • Sabes que no podrás contra los dos a la vez – le dijo entonces al primer brujo.

  • Samon Niocromu es mi nombre – le respondió con veneno en la voz – La chica ciervo es mía.

¿Chica ciervo? Algo se revolvió en Cuta.

  • Debes estar mal de la cabeza si crees que con sólo decirlo me voy apartar y a permitir que te la lleves.

Samón apretó los músculos de su mandíbula. Entonces el viento volvió a soplar llenando el aire con olor a mar picado. Cuta recordó lo que le dijeron sus sentidos.

  • Guro – volvió a decir, miró por un instante a los dos brujos y decidió que ellos arreglaran sus asuntos. Su hermano estaba en peligro, ella lo sentía, lo sabía.

Estuvo a punto de salir corriendo nuevamente pero el segundo brujo la llamó por su nombre.

  • Cutamipuagsi – y el corazón de Cuta sintió el calor de una fuente familiar – ¡Espera!

Tal vez reconoció la líneas endurecidas en el rostro de aquel joven con quien había corrido hacía ya ocho años, o tal vez reconoció su voz ya madurada, pero sobre todo había sido el calor de aquella fuente, la primera que había logrado sentir.

- Górgalos.

El la miró y sonrió con la mirada llena de dicha, pero tan pronto volteó para dirigirse hacia ella Samón aprovechó la oportunidad y una negra nube le envolvió girando y disolviéndole hasta que desapareció en un pequeño destello final.

Teleportación. Cuta se quedó estática, muy pocos brujos dominaban realmente los hechizos joehob de tal manera como había visto ese día. Pero la teleportación era ya un asunto mucho más allá de sus capacidades. No era algo que se pudiera aprender, había que nacer con el don y en toda la historia de Valeria sólo una persona ha ostentado tal poder, y yacía muerta desde hacía cientos de años.

  • Bien – Cuta dio un respingo – vamos por tu hermano.

´ Cuta lo miró por un instante y entonces las palabras tomaron sentido en su cabeza. Nuevamente sintió la ansiedad en su corazón. Nada la detuvo esta vez, corrió hasta llegar a su rueda todo terreno, se montó en el asiento y la encendió, pero justo antes de arrancar sintió como los muelles amortiguadores cedían un poco y volteo a mirar el asiento detrás de ella. Allí estaba sentado él, con su largo bastón sobre las piernas y el casco puesto.

  • No deberías viajar sin casco – dijo mientras le extendía el yelmo de su uniforme de combate.

Nuevamente Cuta se estremeció al escuchar esa voz, pero no se detuvo a pensar. Tomo el yelmo se lo colocó y arrancó a toda marcha por la pendiente que conducía hacia el pueblo y luego a los muelles. Viajó a toda velocidad y en un par de ocasiones tuvo que hacer saltar la máquina varios metros en el aire para esquivar otros vehículos, grupos de personas e incluso un par de casas. Pero a pesar de todo ello su extraño pasajero no hacía ningún comentario, ni siquiera le sentía respirar de manera agitada. Debía de tratarse de un gran brujo, uno realmente poderoso, pues crear fuego requería un esfuerzo terrible, si embargo no mostraba ni la más mínima señal de fatiga. ¿Donde habría estado metido todo este tiempo?

La fría brisa se fue convirtiendo en ventisca, y la velocidad a la que viajaban lo hacía parecer mucho peor. Muy pronto pudo ver el mar y los mástiles de las embarcaciones. Se hizo también evidente el correr de marineros de un lado a otro asegurando las cuerdas y aparejos, la tormenta les había tomado por sorpresa y había que proteger los barcos de los filosos arrecifes que cerraban la entrada a la bahía. Para cuando la rueda cruzaba la entrada a los muelles, ya los ojos de Cuta habían notado la ausencia del barco donde trabajaba Guro. Fue disminuyendo la velocidad hasta que llegaron al atracadero. Ahora la brisa era furiosa y fuertes olas ya golpeaban contra el arrecife, las luces de los faroles se habían encendido porque prácticamente era de noche, el sol estaba totalmente oculto y no había ni un pedazo de cielo a la vista en ninguna dirección. Eran salmones contra la corriente mientras veían como todos los marinos huían despavoridos de los muelles, entonces Cuta vio una cara familiar.

  • Arrem – Cuta tuvo que tomarle del brazo para que el marino reparara en ella, tenía los ojos llenos de temor y tardo un par de segundos en reconocer a Cuta.

  • Cuta, ¿Qué haces aquí? ¿Qué no ves que se nos viene el mar encima?

  • ¿Donde está Guro? – Ya Cuta tenía que gritar para que se le pudiese escuchar sobre la tormenta. Arrem respondió algo que se perdió bajo el estruendo de los truenos que llenaban el aire con un fuerte olor a ozono, luego miró el mar con los ojos abiertos, se soltó del agarre de Cuta y salió corriendo. Ella fue a tratar de agarrarle de nuevo pero sintió como el brujo la ponía la mano en el hombro.

Ella le miro y lo encontró con la mirada hacia el mar y ella la siguió. Allí donde el arrecife se había para dar paso a los barcos la luz de un mástil se balanceaba erráticamente. Apenas y se veía la silueta del casco pero Cuta sabía que se trataba del barco de su hermano.

- Hay dos personas sobre la cubierta – dijo Górgalos quien miraba hacia el barco con los ojos muy abiertos – pero sólo una se mueve y está cargando a la otra.

Habían al menos doscientos pasos desde donde ellos se encontraban hasta el barco a la deriva, pero Cuta no dudo que Górgalos fuera capaz de ver a es distancia y con la tormenta en pleno apogeo.

- Alguien está herido – Cuta se bajó de la rueda y comenzó a mirar hacia los lados – Tenemos que llegar hasta allá y ayudarles – gritó para hacerse escuchar, mientras recogía una cuerda y un bulto de uno de los barcos más cercanos - ¿Me ayudas?

Górgalos saltó de la rueda, vio la cuerda y reconoció el bulto. Una balsa auto inflable.

  • ¿Que tienes en mente?

  • ¿Recuerdas el salto a través del Acantilado? Puedo saltar más de cien pasos, luego puedo nadar hasta el barco y traerlos en la balsa, pero necesito que tires de la cuerda y…

  • No lo lograrás – le cortó tajantemente – Hay demasiada viento y el mar está muy picado, no podrás nadar ni diez brazadas.

  • ¿Tienes un mejor plan? – Le pasó por un lado y de uno de los amarraderos ató uno de los extremos de la cuerda, luego retrocedió algunos pasos y se preparó para arrancar.

  • ¡Espera! – Cuta detuvo su carrera - Hay otra forma.

No dijo nada más, simplemente salió corriendo en dirección a la orilla, saltó del atracadero a la orilla. Luego se volteó y miró a Cuta, ella no sabía lo que él pretendía, pero entendió la señal y se alistó. Górgalos se acercó lo más que pudo a la orilla y esperó a que alguna ola acercara el mar hasta él, hincó una rodilla en el suelo mojado y puso una mano el suelo, luego miró hacia el mar y volvió a susurrar como había hecho antes: Isber. Entonces desde donde se encontraba su mano y en dirección mar adentro todo comenzó a tornarse blanco y a la velocidad del viento una garganta de hielo fue avanzando abrazando todo, rocas, atracadero, botes, cuerdas y el mismo mar. Cuta no lo podía creer, era incluso demasiado para un brujo poderoso, vio como el manto blanco congelaba el mar por debajo del atracadero y una larga garganta de hielo formó un corredor que se extendía rápidamente hacia donde estaba el bote encallado.

Entonces le escuchó como si lo hubiese dicho justo junto a su oreja: Y que esperas, ¡Corre! Se echo la balsa al hombro y salió disparada a lo largo del atracadero, dio un brinco y aterrizó sobre aquel corredor de hielo y lo escuchó crujir bajo sus pies. No era muy grueso. Pero igual corrió, y corrió tan rápido como pudo. Tuvo que hacer de toda su concentración para detectar las zonas donde el hielo era más grueso, la tormenta seguía rugiendo a su alrededor y ahora esquirlas de hielo se sacudían contra su rostro empujadas por el viento. Había sido un hechizo portentoso, pero aun así el hielo no llegó hasta el bote, había un tramo de agua embravecida de unos veinte pasos entre el extremo del corredor y el este. Cuta no dudo ni un segundo, apretó el paso y acelero y al llegar al extremo salto. Pero el salto no le llevó tan lejos ni tan alto como hubiese querido, pues el hielo se había resquebrajado bajo sus pies al momento del impulso absorbiendo parte de la energía del salto, pero cuando estuvo a punto de caer al agua dio un segundo salto en el preciso instante en que su pie choco con la superficie del agua y se volvió elevar. Así mismo un poco más adelante dio un tercer y un cuarto salto, pero para el quinto ya había perdido mucha velocidad, y aun a unos cinco pasos para llegar al bote se sumergió en las embravecidas aguas.

El agua estaba helada y al salir a la superficie era muy difícil mantenerse a flote, pues las olas no cesaban. Pero Cuta estaba determinada a llegar así que comenzó a bracear, al dar las dos primeras brazadas sintió un tirón. La cuerda había alcanzado su límite. Cuta sintió que el corazón se le iba a los pies, si soltaba la cuerda no podría regresar, pero si no lo hacía su hermano también podría morir.

La angustia llenaba la cabeza de Cuta cuando notó un gran chapoteo en dirección a ella. Guro había saltado al agua y llevaba consigo al herido, que resultó ser el capitán del pesquero. Cuta se quitó la balsa de la espalda y la activo, una gran balsa de múltiples colores brillantes se expandió, Cuta se montó en ella y vio como su hermano se montaba por el otro extremo pero sin soltar el cuerpo de su capitán. Ella cruzó rápidamente la balsa y le ayudo a izarlo dentro. Entonces Guro, le miró y la abrazó.

- Hermana – dio uso de todo su amor por ella para decir esas palabras – No puedo creerlo, pero no importa.

Cuta le miro a los ojos y vio que estaba llorando. Pero pronto recupero la compostura.

  • Ahora hay que remar como nunca lo has hecho en tu vida hermana.

Cut le puso la mano en el brazo y le habló.

- Tal vez eso no sea necesario hermano – Y sin que nada aparente cambiara en ella envió su voz: ¡Tira!

Cuta espero sentir un ligero tirón desde la orilla, pero en lugar de eso tuvo que sostenerse de una de las agarraderas de la balsa, pues esta estaba siendo tirada a una velocidad ciertamente mayor a la que puede generarse de alguien tirando a mano. Muy pronto llegaron a la orilla y aún varios metros playa adentro, pero no lograba ver el otro extremo de la cuerda ni quien tiraba de ella tan rápido pues se perdía en dirección al pueblo. Entonces miró hacia el atracadero y se percató que ni Gorgalos ni su rueda estaban allí. Lo que si habían era varios marineros que ahora corrían hasta ellos y ayudaban a Guro a cargar al viejo capitán.

Entonces en medio de la algarabía, así como si alguien hubiese cerrado una llave. Dejó de llover, el cielo se abrió y el sol volvió brillar ya casi en su cenit. También el corredor de hielo había desaparecido, de no ser por los botes montados unos sobre otros y los ríos que corrían por todas partes en dirección al mar, nadie pensaría que aquello realmente había sucedido.

  • Cuta – Guro volvió a abrazar a su hermana - ¿Estas bien? ¿No te has golpeado ni nada?

Guro sabía que Cuta estaba incluso más ilesa que el pero no quería perder su papel de hermano mayor y protector. Cuta decidió no desanimarlo.

  • Estoy bien, hermano. ¿Nos vamos a casa?

Camino a casa encontraron la rueda de Cuta estacionada cerca de la plaza central. Desataron el extremo de la cuerda que les sacó de la tormenta y montaron en ella de regreso a casa. No había señales de Gorgalos por ninguna parte.

Al llegar a su casa Guro observó los daños en la entrada y miró a Cuta. El la había visto correr sobre el brazo de hielo que se había formado hasta el bote a la deriva. Y la había visto saltar una distancia mucho más grande de lo que una persona normal puede saltar. Pero no dijo nada. Actuaba con misteriosa normalidad ante todo lo que había sucedido.

Entraron y Guro se quito la camisa empapada y se sentó sobre la mesa de la cocina dirigiéndole una mirada extraña a Cuta. Ella se detuvo frente a él sin estar muy segura que iba a suceder. Por muchos años le había ocultado a su hermano la parte asombrosa de sus capacidades. Ahora había llegado el momento de hablar de ello y sentía un poco de vergüenza por tratar un tema sobre el cual nunca había compartido nada con nadie. Entonces cuando iba a comenzar hablar él lo hizo primero.

  • Debes subir a cambiarte esa ropa por ropa seca. No hay mucho tiempo, debemos partir esta misma noche – Cuta se sintió desconcertada. ¿Partir? ¿Por qué? ¿A dónde?

  • ¿A que te refieres, hermano? – Guro le señaló una silla y ella la tomo y se sentó de frente a su hermano.

  • Lo se – Cuta supo de inmediato a que se refería y que decía la verdad – Lo he sabido incluso antes que tu, pero los magos deben aprender su arte lejos de los halagos y otros tipos de influencias – Cuta lo miraba con los ojos muy abiertos sin saber que decir – Mamá y papá lo sabían desde el día en que naciste y antes de morir mamá me lo dijo a mi y me encargó cuidara muy bien de ti hasta que desarrollaras tus poderes. Por lo que he visto, ya lo has hecho.

Cuta se estremeció al escuchar a Guro hablar sobre sus padres, muertos ya hacía mucho tiempo en un accidente. Su madre no murió de inmediato, asombrosamente se había salvado y a Cuta con ella, pero quedó herida de gravedad y murió poco después de llevarla casa de sanadores. Guro muy pocas veces hablaba sobre ese asunto.

  • ¿Papá y mamá sabían? – la voz de Cuta era un hilo – Cuéntame sobre eso Guro.

Guro la miro con ternura.

  • No soy yo el más apropiado para contar la historia, Cuta, y además no hay mucho tiempo, lo único que te puedo decir es que ahora que tus poderes se han desarrollado es necesario que te lleve a Kroares.

  • ¿A Korares? – Esto era mucho más grande de lo que Cuta pudiera imaginar ¿Qué sería tan importante y tan misterioso como para que una simple joven tuviera que ir hasta el mismo bosque negro? - ¿Y que hay en Kroares?

  • Allí está Sool. Esperándote – Ambos voltearon a ver a Gorgalos, quien estaba recostado del marco de la puerta. Sus ropas estaban secas pero se le veía cansado, miró a Cuta, le sonrió y entonces se dejó deslizar hasta el piso. Estaba extenuado.

Guro y Cuta se pusieron en pie y lo ayudaron a llegar hasta una silla. Que Guro no hiciera preguntas al respecto no sorprendió del todo a Cuta, ¿Se conocerían?

  • ¿Se encuentra bien? – le preguntó Guro, a lo que Gorgalos solo respondió con un ligero movimiento afirmativo. Estaba realmente agotado.

  • Guro ¡Su brazo! – Cuta sostenía el brazo para mostrárselo a Guro, estaba rojo como si se hubiera quemado y también muy caliente.

  • Hay que ponerle algo, hielo, o mejor unas compresas frías. ¿Sabes quien es él?

  • Se llama Gorgalos Gonka – le respondió mientras buscaba unas toallas limpias y las mojaba en agua fría del refrigerador – Fue el quien me inició. ¿Tú le conocías?

  • No, pero sabía que un día llegaría.

Górgalos se puso en pié de un salto, como si hubiese despertado de golpe de un sueño muy profundo.

  • ¡Hay que irnos! – dijo mientras miraba hacia todos lados – Hay que irnos ahora.

Cuta y Guro se miraron por un segundo y luego salieron corriendo a hacer su equipaje. Ninguno empacó mucho, sabían que viajarían rápido y ligeros. Cinco minutos después Cuta veía su casa alejarse y se preguntaba si un día la volvería a ver. Los tres iban de rumbo a las montañas a bordo de la rueda todo terreno, pero al llegar al llegar al bosque la dejaron allí, pues no estaba hecha para llevar a más de dos.

Treinta y cinco días de jornada les llevaron a través de las montañas. Durante el Camino Gorgalos le explicó a Cuta y a su hermano todo el propósito de su misión. Una historia que a ella le parecía asombrosa. Quinientos años después del final de la Guerra del Regreso, la Última Gran Guerra, era poco lo que se había sabido sobre los restos del acabado ejercito negro, sin embargo siempre hay restos. Aquel ejército había sido el más cruel y despiadado que hubiese puestos los pies sobre la faz de Valeria, había servido bajo lar órdenes de Blass-en-Mule y sus Lugartenientes. La historia narra sobre ciudades completas desvastadas, bosques incendiados, mares enteros envenenados y millones de valers muertos tras su paso. Después de la gran batalla en Omalaris este ejercito había sido abatido, perseguido y destruido hasta sus cimientos, pero siempre se sospecho que algo había resistido, algo que durante años se mantuvo oculto y fue engendrando un nuevo peligro. Aquellos seres, los más despiadados y crueles, poseedores de oscuros conocimientos en artes Joehob, tomaron nuevamente las frías cavernas australes de Valeria como su guarida y allí permanecieron por muchos años sin que nadie supiera de ellos. Hasta que un día cosas extrañas comenzaron a suceder en las tierras del sur: Demonios que tornaban más frías las noches, oscuros hombres que atravesaban las paredes como fantasmas y se apoderaban de las mujeres. Estas historias fueron creciendo en frecuencia hasta que llegaron a los oídos de los Zumar, los Cuidadores de la Historia que viven en las tierras del sur. De inmediato les pareció extraño y notificaron de ello a las todos los sabios de Valeria, entre ellos Sool. Y este era otro asunto que turbaba a Cuta. Después del final de la Guerra del Regreso, Sool, una de las Sao Lider que participó en la batalla final, había regresado a Kroares, en donde fue investida como regente y voz del oscuro bosque, incluso con la venia de los Hombres Negros. Nadie más supo nada de ella desde entonces, a excepción de los Sabios en las otras nueve grandes capitales. Se podría pensar que esta Sool es una desendiente de la original, pero de vez en cuando Górgalos se refería a ella como Cristal o La Encantadora, y estos nombres juntos no dejaban mucho espacio para dudas. Y si así era, Cuta sentía que algo le brincaba dentro del pecho cada vez que pensaba en ello, había la posibilidad de también encontrarse con una Dama.

Pero la pregunta para Cuta seguía siendo la misma ¿Por qué yo?¿Por qué me han llamado a mi?

Al final del trigésimo quinto día de marcha, justo ante los grandes pinos negros en la frontera sur de Kroares, Cuta hizo la pregunta.

  • Górgalos – hizo una pausa para asegurarse de que haría la pregunta de la forma correcta - ¿Cuál es mi relación con Sool?

  • Ninguna – Cuta, sintió una ligera decepción – Tu eres descendiente de Felón y de Falado – Luego dirigió la mirada a Guro – y tu también, Claro.

Así entraron al bosque oscuro, entre el relato de Górgalos y la cabeza revuelta. Cuta y Guro eran descendientes directos de una de las nueve Damas, una de las princesas del Círculo y de su unión con su Guardián, Falado.

  • Ahora el circulo debe ser reforzado, por eso se les ha traído hasta aquí – les decía Górgalos mientras pasaban junto a enormes árboles cuyas copas no se veían debido a la altura de los mismos – De aquella primera unión, como ya ustedes sabrán, nació una niña llamada Edime…

  • La Dama Guardian – Apuntó Guro, para asombro de su hermana.

  • Así es – continuó Górgalos – Edime heredó los dones de ambos padres y tuvo un papel fundamental en la Batalla de Omalaris, en la mismísima Corona de Morós. Pero Edime fue la única descendiente de Felón y Falado en poseer tal poder, hasta que naciste tú, Cuta.

Cuta escuchaba sin poder creerlo, bien sabía que era alguien particular, pero nunca imaginó que hasta aquél punto.

Subieron por una loma que les depositó un pequeño claro desde donde podían oír el murmullo de un río no muy lejano. Pero el murmullo se fue escondiendo tras un retumbar que se fue incrementando rápidamente, hasta que de otro camino más ancho un gran carruaje apareció tirado por cuatro enormes caballos. Nadie conducía el Carruaje ni a las bestias, Górgalos se les acerco y les dio una palmada en el cuello a cada uno de los corceles, luego abrió la puerta y miró a Cuta y a Guro.

  • ¿Nos vamos? ¿O prefieren seguir caminando?

Aquellos caballos corrían como el viento, Cuta estaba segura que eran incluso más rápidos que su rueda y al cabo de un par de horas ya estaban llegando a su destino. Por alguna razón Cuta esperaba que los árboles se abrieran para dar espacio a casas, plazas, escuelas y hospitales, pero eso nunca ocurrió y sin que el paisaje hubiese cambiado en lo más mínimo, el carruaje se detuvo. Bajaron de él y fue entonces que los dos hermanos se dieron cuenta que la vida en ese bosque no estaba sobre la tierra sino en los grandes árboles. A allí sobre sus cabezas contemplaron Foridem, la morada de Sool, el castillo del árbol.

- Dicen que aquí se encuentra una de las tres entradas al mundo interior – Cuta había dejado escapar el comentario como una flecha al aire, pero no consiguió ninguna respuesta pues Górgalos ni se inmutó.

Entonces una plataforma levadiza descendió desde lo alto y a través de ella penetraron al castillo. Cuta estaba maravillada. Por lo general si alguien entraba Kroares con poca frecuencia se escuchaba decir que lograba salir, sin embargo ella se sentía a salvo y disfrutaba de todo lo que veía. Foridem también era conocido como la casa de Fourko: El Dragón de los Sueños. El más fiero y sanguinario de los tres Señores del mundo interior. Un lugar muy apropiado para alguien tan particular. Kroares siempre ha sido cuna de leyendas y mitos, y no en vano pues durante los muchos años que duró la Ultima Gran Guerra ni un solo soldado del ejercito negro se atrevió tan siquiera a poner un pie en él. Y Cuta entendía muy bien por qué, el sólo imaginarse estar pisando sobre los pasos ya borrados por el tiempo de aquél Señor le hacía sentir escalofríos.

Al llegar a la parte superior el elevador los depositó en una antesala gigantesca donde todo: el techo, las columnas, la paredes y hasta los muebles estaban envueltos por enredaderas. Cruzaron la antesala para ir luego a través de un largo y amplio pasillo cubierto de enredaderas que trepaban por las columnas y florecían en brillantes flores doradas las cuales eran las que iluminaban aquel recinto. Al final una puerta alta y negra les cerró el paso. Górgalos, puso sus manos sobre ella, y volteó a mirar a los hermanos.

- ¿Listos? – No esperó respuesta, empujó la puerta y esta se abrió.

Cuta se quedo pasmada, pues no habían paredes y esto le deban una sensación de enormidad. Estaban tan alto que se podía ver sobre las copas de los árboles y Kroares se mostraba como un infinito mar de verdor. Solo había un árbol cuya copa se erguía por encima de sus cabezas y estaba frente a ella justo detrás del trono de negra madera. Allí la vio, pero no estaba sentada en el trono, sino junto a él, rodeada de un corro de gente. Supo que era ella en el instante en que la vio, no fue por sus ropas pues vestía un sencillo traje verde completado por un abrigo negro de tela muy ligera. La reconoció pues era la misma mujer que había visto aquel día de la carrera saltar al mar. Su cabello negro estaba suelto y sonreía hacia ella con una cálida cordialidad.

  • Cutamipuagsi – Dijo entonces y su voz fue dulce y tersa -¡Has llegado al fin!

Peor que Cuta estaba Guro, quien no podía establecer patrones para la belleza que irradiaba aquella mujer. Sool se disculpó del resto de la gente, y caminó rápidamente hacia ella y le abrazó.

  • ¡Ixchi! – exclamó mientras la apartaba y la miraba de pies a cabeza – Ni quinientos años han logrado diezmar en ti la belleza heredada de Felón – Luego hacia Guro – Y tú debes ser Guro.

  • Vaya al menos no irradias el terrible aura de tu ancestro, pero creo que compartes su misma elocuencia.

  • ¡Encantado de conocerle Masis Sool! – logró decir finalmente Guro, al tiempo que sus mejillas se tornaban rojas.

  • Lo mismo digo, Guro. Gorka, que gusto verte de regreso.

  • Y justo a tiempo para la cena – Acotó el joven brujo – Me debes Encantadora.

  • Y te pagaré – dijo mientras reía con gran animo – Por lo pronto vamos todos a comer.

Todos caminaron juntos hasta una gran mesa en la que se llegaba por otro largo pasillo. Allí cada quién contó lo sucedido: La aparición de Samón (y su desaparición), la sorpresiva tormenta, el rescate de Guro, Sool escuchó con gran detenimiento la historia completa sin decir nada. Cuando hubieron terminado de comer, Sool se puso de pie.

- Ven conmigo pequeña – Cuta no tuvo ninguna observación con respecto al calificativo, pues se sentía diminuta ante la poderosa fuente que manaba de aquella mujer.

Caminaron por los balcones que rodeaban el tronco de aquel gran árbol que sobresalía por encima de los demás y lentamente fueron ascendiendo a medida que conversaban.

- ¿Cómo te sientes respecto a todo esto Cuta? – Cuta miraba maravillada a Sool, pues le inspiraba toda la confianza del mundo. Entonces recordó.

- Con todo respeto, Masis Sool, creo que usted sabe muy bien como me siento, ¿O me equivoco?

Cristal Sonrió.

- Tienes toda la razón, para mi tus emociones son un libro abierto y una ventana a tus pensamientos, pero uno nunca pierde la costumbre de preguntar. Bien, vamos directo al grano – El corazón de Cuta se aceleró – Debes controlarte, mi niña – Le dijo la encantadora – me cuesta concentrarme si me contagias esa emoción que te sacude por dentro.

- Lo siento – e intentó calmarse.

- Mucho mejor. Cuta, ¿Sabes cómo se decidió el final de la batalla de Omalaris?

- La historia dice que fue en la Corona de Morós donde se cerró definitivamente la puerta que podía traer de vuelta la presencia completa de Blass-en-mule. Allí se enfrentaron los nueve guardianes contra la mano del mismo Blass y la rompieron enviándola de regreso por la puerta.

- ¿Sabes quién asestó el golpe crucial en esa batalla?

- Edime – Cristal noto el creciente orgullo que provenía de Cuta al pronunciar ahora ese nombre.

- Así es. Yo estuve allí y lo recuerdo como si hubiese sido ayer – Cuta dejó de respirar por un momento, Sool le tomo por un brazo y cuando Cuta la miró a los ojos fue como si se lanzara por un abismo. Los Árboles y el bosque completo se desvanecieron y el cielo se oscureció. En medio de la negrura de la noche una corona de luces brillaba en lo alto de su cabeza y a través de ella salía en dirección hacia abajo un gigantesco brazo traslucido. Cuta sintió terror, era el brazo de Blass. Al final del gigantesco brazo, tan grande como el gran árbol de Kroares estaba esta mano de nueve dedos y cada dedo estaba extendido sobre nueve puntos de luz. Al fijarse más detenidamente descubrió que cada esferita de luz era en realidad un hechizo escudo levantado sobre nueve valers, y su asombro creció aún más cuando vio detrás de cada uno de estos valers había una masis. Las masies posaban sus manos sobre las espaldas de sus compañeros, les estaban pasando su fuerza a ellos. Todas tenían la misma mirada, tenían miedo, pero estaban convencidas de lo que hacían, tenían fuego en los ojos, y aún así todas eran hermosas. Eran las nueve Damas. Al mirar hacia un lado vio a Sool junto a ella, pero no era la misma Sool con la que estaba hacía un momento, este vestía un traje de guerra blanco y gris, que eran los colores de los uniformes de las fuerzas armadas de Agari de aquel entonces. Estaba en el suelo y de un costado corrían hilos de sangre que intentaba detener con su mano. Junto a ella había también una niña, de no más de siete años, de rizos castaños y hermoso rostro, esta lloraba aterrorizada. Entonces Sool sucumbió ante sus heridas y la pérdida desangre y se desmayó, la niña, la sacudía intentando despertarla sin éxito. Cuta sentía que el corazón le iba a reventar, quiso acercarse a la niña pero no pudo moverse pues una mano invisible aún la sostenía por el brazo. Vio como la niña miraba a los lados, intentando buscar respuesta, entonces se puso de pié y corrió hasta un de las cúpulas de luz. Sin duda aquellos eran sus padres. Felón y Falado. Cuta se sintió maravillada, en cierta forma era como ver a su madre, y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Entonces la niña hizo lo impensable, recogió la espada que estaba en el suelo junto a la cúpula luminosa y corrió con ella hasta el centro del circulo que formaban las nueve damas con sus guardianes, Cuta pudo distinguir las miradas de preocupación y desesperación en los ojos de todos los allí presentes. En el centro del círculo había un pedestal, al cual subió de un solo brinco, blandió la espada y golpeó algo que brillaba sobre el que hasta ahora Cuta no había notado. Fue entonces que las cúpulas protectoras comenzaron a crecer y a vencer el empuje aplastante de los nueve dedos, la corona de luz lanzó destellos y comenzó a cerrarse en torno al horrible brazo. Y de repente estalló. Estallaron la corona, el brazo y los escudos en un montón de fragmentos de cristal efímero que se fue volviendo escarcha a medida que iba cayendo hacia el suelo. La luz fue tan intensa que Cuta tuvo que cerrarlos ojos y cubrírselos con la mano. Cuando los volvió a abrir estaba de nuevo de pie frente a Sool y en lo más alto de del Gran Arbol.

- Conque así fue como ocurrió, ¿Sabe? Usted sería muy buena profesora de historia – Luego cayó en cuenta de donde se encontraba - ¿Cómo llegamos aquí?

- Ya me lo habían dicho antes, y por favor dime Cristal – Ya en último tramo de aquel balcón en espiral se habían topado con una puertezuela que deba acceso a un mirador ubicado justo en la cima. Cristal la empujo hacia arriba y esta se terminó de elevar por si sola – Ven, sube.

Una vez arriba la vista era maravillosa. Nuevamente podía contemplar aquel interminable mar, que ahora se veía negro bajo la noche, sin embargo el viento le trajo aromas que nunca antes había percibido y se sintió maravillada. No había paredes, como era de esperarse y nueve pilares un poco más bajos que la estatura de un valer se levantaban alrededor.

- Es hermoso – Inki ya había salido y un poco más abajo se notaba el rojizo brillo de Kara que estaba por salir también.

- Si, lo es – Cristal miraba hacia el horizonte y dejaba que el viento jugara con sus cabellos, por un instante Cuta pensó que podía ser un ángel y que en cualquier momento saldría volando – Este es el Ojo del Mundo, Cuta. Es aquí donde tu destino se definirá y tal vez también el nuestro. Estás lista.

- Si, lo estoy – estaba nerviosa, pero no podía evitarlo, sin mencionar el hecho que sabía que Cristal podía leer todas sus emociones.

- Siéntate – le invitó la Encantadora, y ambas se sentaron frente a frente en el medio de aquel mirador – Este es el momento de tu elección, Cuta. Puedes elegir entre regresar sobre tus pasos y seguir viviendo tu vida o continuar un nuevo camino, un camino que estará lleno de obstáculos y dificultades y cuyo final es el más incierto.

- ¿Me habéis traído hasta aquí para preguntarme que deseo hacer? –Cuta se sintió confundida – Creí, que era mi destino venir aquí.

- Lo era, pero el destino de muchos está atados siempre al de uno solo. Todos somos dueños de nuestro destino, y a la vez a las causas y consecuencias del destino de los demás. A veces es posible leer el destino de alguien, y ver en sus ojos su vida dibujada, otras veces este destino esta nublado y es difícil ver hacia donde se dirige.

Cuta reflexionó por un momento.

- ¿Que pasará si regreso a casa? – Cristal le extendió una mano y Cuta se la tomó.

Una dicha tremenda llenó su corazón, logró sentir el afecto de una ser que adoraba. Se sentía profundamente enamorada y feliz de compartir su vida con alguien que también la quería con el mismo fervor, pero sus ojos se llenaron de lágrimas al sentir otra emoción aún mucho más fuerte, y Cuta sabía que no provenía de ella, ni de ese ser amado que estaba a su lado. Provenía de dos corazones que latían casi al unísono en su vientre. Lo sentía con toda claridad, estaba embarazada de mellizos. Nunca en su vida Cuta se había sentido más feliz. Y tan repentinamente como había comenzado, se esfumó, los latidos se detuvieron, sintió como si a su corazón le desnudaran y luego le bañaran con agua fría. Tuvo que contenerlas ganas de llorar, se sintió sola.

Cristal la miraba con una enorme ternura.

- Es tu futuro – le dijo – y nadie te lo puede quitar, pues te mereces eso y mucho más, mi dulce niña.

- ¿Ese es mi futuro si regreso a casa? – Cristal afirmó con la cabeza y sonriéndole. Cuta quiso salir corriendo y no detenerse hasta llegar a su pueblo, luego intentó calmarse. Miró hacia los lados y notó que ya Kara estaba afuera, pero cuando bajaba de nuevo la vista hacia Cristal notó algo que no había visto antes. Sobre cada uno de aquellos pilares había una lámina de vidrio muy delgado, tanto que apenas se podían notar a simple vista, y en cada uno de esas laminillas había un rostro que miraba, de manera expectante lo que allí estaba ocurriendo. Cuta volvió a mirar a Cristal - ¿Qué sucederá si sigo este nuevo camino?

- No lo sé. Esa es la parte de tu futuro que aún está envuelta en la niebla.

-¿Y cual ese camino? – Cristal asintió, y se puso de pie, Cuta la imitó.

- ¿Sabes que fue lo que Edime golpeó con la espada?

- La llave del Oráculo, fue esta llave con la que Blass pretendió abrir el portal desde el no-tiempo hasta nuestro mundo.

- Así es. Al romperse la llave el portal se cerró y Blass fue repelido. Sin embargo hace menos de un mes hubo una batalla aquí mismo.

- ¿En Kroares?

- En la mismísima sala del trono, un brujo apareció en medio del Salón e intentó llevarse algo consigo.

- Samón.

- Asi es.

- ¿Y que intentaba robar? – Cristal se llevó las manos hasta la nuca y comenzó a soltar el cordón con el que sostenía un pequeño cilindro de metal un poco mas corto que su dedo meñique.

- Esto – Dijo mientras se lo daba a Cuta para que lo mirase. Ella lo sostuvo entre sus manos y supo de qué se trataba, era un fragmento de la llave.

Mientras los sostenía, Cuta recordó que aquella pieza de metal había sido clave en la Guerra del Retorno y que por varios años estuvo pendida del cuello de un legendario guardián. Entonces otra pregunta le vino a la mente.

- ¿Por qué quería Samón llevarme con él?

- Samón lleva años reclutando jóvenes con potencial y corrompiéndolos para que se unan a el. Está formando un grupo poderoso y se está preparando.

-¿Preparando para qué?

- La Guerra del Retorno se libró con armas y maquinaria, la siguiente podría ser con otros recursos.

Cuta miró de nuevo hacia el horizonte. Le costaba pensar, su cabeza y su corazón estaban aún embotados de tristeza y soledad. Quería volver a sentir ese calor, ese amor, esa seguridad. Tomo entonces un gran respiro y lanzó sus dados.

  • ¿Cuál es mi papel? – Cristal le sonrió con orgullo.

  • Buscar el otro fragmento de la llave y traerlo a Kroares.

Lágrimas comenzaron entonces a rodar por el rostro de Cuta sentía todo el dolor de la perdida de los seres que más había amado en toda su vida, a pesar que ni si quiera los conocía.

- El destino de todos esta unido al destino de uno – Dijo – ¿Si yo decido volver a casa habrá gente que sufrirá? – Cristal asintió.

- Pero tu nunca les conocerás, vivirás y morirás feliz en tu pueblo, junto a…

- Lo haré – Le cortó ella en seco, Cristal la miró de nuevo con ternura, y Cuta sintió su orgullo creciente. Eso la reconfortó. Luego le tomo la cara entre sus manos y le abrazó con fuerza – Quédate aquí el tiempo que quieras, yo debo bajar.

- Voy enseguida – Le respondió mientras se enjuagaba las lagrimas.

Cristal descendió por la trampilla y Cuta estaba por seguirle cuando volvió a notar que los rostros en los pedestales habían desaparecido, todos excepto uno. Era el rostro de una mujer, de tez clara y perfilada, sumamente hermosa. Su castaño cabello estaba recogido en una trenza que terminaba descansando sobre su hombro. En sus ojos también había lágrimas y sonreía. Cuta veía en ella algo muy familiar, algo en sus ojos.

- ¿Madre? – las palabras salieron de los labios de Cuta casi por un impulso y apenas y fue conciente de haberlas dicho. El rostro se desvaneció y Cuta salió corriendo tras Cristal a quien alcanzó unos pocos pasos más adelante.

- Cristal, ¿Quiénes nos observaban? ¿Quiénes eran los rostros en los pedestales?

Cristal se detuvo.

- Después que la llave fue destruida - comenzó a contarle – Aquellos que quedamos decidimos construir el Ojo del Mundo con un solo propósito: Mantener juntas a las nueve hermanas. Hay en Valeria nueve cristales como esos y están en poder de cada una de las Damas – Cuta recordó haber visto sólo rostros de masies.

- Entonces aquella valer…

- No era una valer.

- Felón - Nuevamente la dicha se encendió en su corazón, y comenzó a correr, tenía que contarle a su hermano todo aquello.

- ¡Cuta! – le gritó Cristal para que se detuviera, ella lo hizo y volteó a mirar a La Encantadora – Cuta, ante los Diez Sabios tu eres conocida como la Niña Ciervo, porque eres bella y corres como el viento.


Cuta volvió a sonreír, y siguió corriendo.


- Mi niña – Cristal dejó escapar un suspiro, mientras negaba con la cabeza – Contigo y tu sonrisa se comienza a escribir otro capitulo en la historia de Valeria.

jueves, 6 de mayo de 2010

El Joven lobo y la Niña Ciervo



sé de donde saliste, te he visto antes. Estabas allí a mi lado cuando desperté aquella mañana, corriste a mi lado a través de aquel joven bosque, saltaste entre las rocas como si fueras de una hoja llevada por el viento. ¡Y volaste! Volaste cruzando el cielo entre mi tierra y el agua fría de aquel mar al cual envidie cuando te abrazo.

Eres tú.

Ahora solo falta saber ¿Quién eres tú?

El Joven lobo y la Niña Ciervo

Hay mañanas en las que el mundo amanece diferente, mañanas en las que dejas de ser quien eres por unos instantes un poco más allá de los sueños. Así se sentía Cutamipuagsy aquella mañana. Sin embargo, a simple vista todo estaba normal, las sábanas de la cama estaban apenas arrugadas sobre su estilizado cuerpo como resultado de un tranquilo sueño, su zapatillas en el lugar preciso e incluso los rayos de aquél sol estaban justo donde debían de estar a esa hora por aquella época del año. Pero había algo diferente.

Era Raba, y desde hacía mucho tiempo no se daba el lujo de despertar sin tener nada pendiente que hacer durante el día.

Cutamipuagsy vivía en una pequeña villa cerca del mar, muy, muy al sur de Valeria. Era gente noble y hermosa, que vestían colores vivos y ropas bien concebidas para ser útiles tanto en los fríos inviernos como en los cálidos días de verano. En sus rostros llevaban tatuados desde niños los símbolos de sus orgullosas familias. Los días eran tranquilos desde hace mucho tiempo y sólo en los libros y en los cuentos se escuchaba de lo terrible de la guerra. Ya hacían quinientos años de la ultima y nadie concebía que hubiese otra.

Cuta suspiró antes de saltar de la cama. No tenía que ir a la escuela ni a práctica ese día, pero no se daba por satisfecha. ¿Por qué todo tenía que ser tan condenadamente fácil para ella? Esa mañana era otra de esas mañanas en las que simplemente no sabía si realmente valdría la pena salir de la casa.

Bajó las escaleras desde su habitación y se percató que su hermano ya había partido. Volvió a suspirar. Cuta, la niña más bella, Cuta la Campeona de Combate Saraciano, Cuta la irrefutable opinión en cualquier debate. Todo eso estaba muy bien, pero a veces se preguntaba de qué le servía. Era un hermoso día de primavera y no podía pensar en nadie con quién encontrarse para disfrutarlo. Como quiera que fuera decidió que salir era siempre mejor que quedarse.

Poco después de cruzar la puerta de su casa y dirigirse hacia el centro del pueblo empezó a sentir que era lo que estaba raro. Tenía ganas de correr. No había ninguna razón en particular simplemente se sentía ligera y ágil, y la suave brisa que le peinaba el cabello le susurraba al oído un ven conmigo, ¡será divertido! Para su sorpresa se descubrió a si misma mirando a los lados y preguntándose que pensaría la gente si de repente comenzaba a correr, después de todo no había nadie conocido a la vista.

-¡Cuta! – el grito de Guro llegó a sus oídos justo en el momento que pretendía arrancar a correr.
- Hola, Guro – Le saludo Cuta con aquella sonrisa que le salía sin esfuerzo, y aunque discreta, llena de dulzura.
- ¿Dónde vas tan temprano un Raba, hermana?
- Iba hasta el pueblo –le respondió ella mientras se hacía una cola con su largo cabello – Pero luego tenía ganas de ir al bosque a pasear por un rato, tal vez caminar hasta la playa.
- Mmm – Su hermano la examinó un rato. Llevaba puesta una sudadera que él le había regalado, pantalones cortos de algodón y zapatos de correr. Lucía tan bella como siempre y ya no se podía ocultar que había dejado de ser una niña – Está bien pero no llegues tarde para comer.
- No lo haré.
- ¿Con quién irás?
- Sola – dijo con un encogimiento de hombros.
- Cuta, no te haría mal codearte un poco más con las otras niñas.
- ¡Yo ya no soy una niña! – le refutó.
- Lo sé – y repitió la ya gastada formula – eres poco-mas-que-un-niña.
- Me voy.
- Ten cuidado

Camino rápido para alejarse de su hermano, no quería que le viera correr, después tendría que estarle dando explicaciones y no las tenía. Pero para su mayor frustración todo el mundo se había levantado temprano aquella mañana y las calles estaban repletas de gente en torno al mercado. No podría correr con tanta gente atravesada. Siguió caminando por las calles de piedra, saludando a las personas que conocía y se encontraba por el camino. El algún momento se detuvo y se descubrió mirando a un viejo perro que cuidaba la puerta de una floristería. El animal jadeaba con la gran lengua afuera y le meneaba la cola alegremente. Le llamó la atención la aparente alegría de aquel perro que por lo general le solía ladrar a todo el que pasaba. Más adelante se detuvo a comprar un panfleto informativo y continuo caminado por la calle mientras lo leía. Súbitamente se detuvo y al apartar su mirada del panfleto se percató que había un gato sentado justo en su camino, mirándole.

- ¿Y tu que quieres? – le dijo al gato – Casi, te piso, gato tonto, por suerte te vi a tiempo. ¿Pero en realidad le había visto?

Al fin había salido del pueblo, y ya nadie le miraba. Esta vez pensaba llegar a la playa de una sola carrera, sin detenerse hasta llegar al mar. Miró sus zapatillas y descubrió una trenza suelta y tras un resoplido de frustración se la comenzó a atar nuevamente. Entonces miró hacia los lados, apoyó sus manos en el suelo, levantó ligeramente la rodilla que apoyaba en la tierra y comenzó a contar … 3… 2 …1…
El más leve de los sonidos llegó entonces a su oído. Si moverse con brusquedad miró entre los árboles y pudo ver la figura de un pequeño ciervo que le devolvía la mirada de forma curiosa. Cuta se quedo asombrada, no era el primer ciervo que veía en su vida, pero si era la primera vez que veía uno tan de cerca. Entonces para aumentar su emoción y hacer nacer su incredulidad el ciervo comenzó a caminar hacia ella. Lentamente y con timidez se le fue acercando hasta quedar justo frente a ella.
- Hola – dijo entre una sonrisa y un hilo de voz, y el ciervo le respondió lamiéndole la punta de la nariz para luego voltearse y caminar de nuevo hacia el bosque. Cuta pensó que eso seria todo, pero antes de desaparecer en la espesura el ciervo se dio media vuelta y le miro por un instante. Sin saber de que manera Cuta entendió lo que quería decir y lentamente se puso en pie y comenzó a seguirlo. Poco a poco se fueron internando en el bosque hasta un lugar que Cuta no había visto nunca, grandes flores que perfumaban el aire con aromas delicados florecían por todas partes y el sol que lograba colarse entre las ramas hacía divertidos matices en el suelo lleno de suave hierba. Cuta iba tan distraída que no se percato que el ciervo se había detenido hasta que tropezó con el.
- Lo siento –se disculpó ella tras una mirada recriminatoria, luego volvió a mirar hacia delante y Cuta le siguió. Entonces lo vio. Por un momento pensó que estaba muerto, pero enseguida supo que dormía.
Se trataba de un joven muchacho, vestido con ropas que Cuti nunca antes había visto por aquellas regiones, pantalones y botas negras y en la parte de arriba un poncho del mismo color le abrigaba del frío de la noche anterior. Llevaba el cabello alborotado y en su piel no había marca alguna. Tal vez es un huérfano pensó la niña, pero hasta los niños huérfanos suelen llevar algún nombre o símbolo en sus rostros. Debía de ser un extranjero, pero se veía tan joven, no aparentaba más de dieciocho años.
Cuta, comenzó a acercársele, y para ello hizo gala de toda su destreza pues ni una ardilla le hubiese sentido aún sí le caminara sobre la cola. Con más curiosidad que prudencia se inclinó sobre él para estudiarlo mejor. Tenía un rostro hermoso, de negros cabellos y rasgos afilados y se sorprendió al sentirse ruborizada por su encanto. A lo mejor fue ese descuido el que la hizo respirar, tal vez, un poco más fuerte de lo que debía. Sin brusquedad, como si sus ojos simplemente hubiesen estado cerrados el los abrió y le dedico una sonrisa. Cuta, saltó hacia atrás y cayó sentada sobre la hierba. Se arrastro unos metros más sin saber si correr o quedarse allí.
El joven se sentó, y comenzó a estirarse. Todo el tiempo con aquella sonrisa, la cual Cuta no podía dejar de pensar que estaba dedicada a ella.
- No debes temer – Dijo al fin, y en unos oscuros ojos negros Cuta sintió que hablaba con sinceridad – No disfrutaras de la carrera si lo haces.
- ¿Quién eres? - ¿carrera? ¿De que habla? Pensó ella.
- Querías correr, ¿No es cierto? Pero si lo haces por pánico no lo disfrutaras.
- …
- Me llamo, Górgalos, y ¿Cuál es tu nombre corredora?
- …Cuta… mipuagsy.
- Mucho gusto – de un salto se puso de pie, tan rápido que Cuta ni siquiera tuvo tiempo de asustarse – Estaré listo en un minuto – Dijo mientras comenzaba a hacer movimientos de calistenia.
- ¿De donde eres? – la curiosidad de Cuta iba de nuevo en aumento. No luce peligroso, apenas es más que un niño, se dijo para si misma.
- No me juzgues por mi apariencia – Dijo haciendo una pausa en sus ejercicios y dedicándole otra mirada llena de picardía.
Los ojos de Cuta se abrieron de asombro, ¡Puede leer mi mente!
- Oh, no. No puedo. Pero si puedo sentir lo que sientes. Soy un Xia-psim.
- ¡Un Empático! No creí que realmente existieran.
- Digamos que somos una vieja escuela.

Cuta, recobro su compostura, retomando la altivez y el aplomo que solía lucir antes de cada combate, y se sentó de piernas cruzadas ante el joven. El la miró y se acercó para sentarse igual que ella, quedando cara a cara. Cuta decidió calmar sus emociones, pues mientras más intensas fueran estas más oportunidad de leerla tendría aquél personaje. Se relajó.
- Eres buena, ya veo por qué me enviaron.
- ¿Enviaron? – Algo dentro de la cabeza de Cuta le decía que aquel encuentro estaba cada vez más lejos de ser casual - ¿Quién eres, Górgalos? ¿De dónde has venido?
- Vengo de muy lejos – y por un momento su sonrisa se volvió misteriosa – de tan lejos que ya me cuesta recordar de donde comencé a andar. Vengo de los Oscuros Bosques de Kroares, y pasé por los desiertos de Sanam, también he estado en Fin de Mundo y en el Desierto de Tierra Azul, he escapado de Arforas en un par de ocasiones, una vez vi a la Joya de Sarac y he vivido dentro de los muros transparentes de la ciudad de la Guerra, Agary. Pero si tengo que decir de donde vengo, creo que diré que vengo de aquí, de este bosque, aquí me despertó la lluvia por primera vez hace ya tantos años – Mientras decía esto Górgalos miraba su mano que acariciaba la hierva mientras sus ojos se volvían viejos y sabios – Soy Górgalos Gonka, Corredora – y sus ojos se encendieron nuevamente.

Cuta se descubrió a si misma sonriendo a todo dar. Era tal el entusiasmo en las palabras de aquel joven que no podía evitar ver las lejanas tierras tras sus historias. Pero ¿Quién a tan corta edad puede haber recorrido tanto? Tal vez era un bardo o un artista que iba de pasada. No solía pasar mucha gente extraña por aquellas tierras, y cuando lo hacían solían ser gente muy amable y trabajadora. Había hermosos campos y el mar era muy bondadoso con su gente. Sin embargo Cuta siempre había sentido interés por los extraños, por los contadores de historias y los artistas que llegaban de vez en cuando de otros puertos, pero ninguno hasta ese momento había dicho estar en tantos sitios como este. Y ninguno había sido un empático.

- ¿Has dicho que te enviaron? – preguntó entonces Cuta – Entonces estas en una misión, ¿Se puede saber cual es?
- Soy un enviado de Sool, mejor conocida como Cristal La Encantadora – a los oídos de Cuta llegaron viejas historias sobre la Guerra de los Guardianes y el Ejercito Negro.
- ¿Cristal La Encantadora? Estás hablando de un personaje de más de quinientos años de antigüedad. Si Cristal realmente existió ahora debe estar muy viejita, sin duda.
- Debes abrirte, si no lo haces mi viaje habrá sido en vano – Por un instante sus ojos volvieron a oscurecerse en un pasado casi imposible de imaginar - Vine a enseñarte a ver lo que no entiendes y a entender lo nunca podrás ver.
- ¿De que hablas?
- Magia.

Al escuchar esto, Cuta tuvo un instante de duda, ¿hablará en serio este muchacho? Ahora comenzaba a hablar de magia, y eso si era algo que le costaba aceptar.¿A dónde pensaba llegar? Cutamipuagsy siempre había sido una niña talentosa en cuanta área se propusiera incursionar, era líder de su clase, y campeona de lucha en su categoría, los adultos siempre la felicitaban por su impecable apariencia sin mencionar aquella facilidad que siempre había poseído para aprender otras lenguas, a su corta edad hablaba en un Prusik impecable además de poseer un Saraciano y Parsk, la lengua de los marinos, bastante fluidos. Una de las claves de su talento era una capacidad de concentración que rayaba los niveles de un trance y su visión práctica y sencilla que le permitía discernir en cuestión de segundos sobre asuntos que confundían a la mayoría. Pero en lo que magia y superchería se refería era una completa neófita.

- ¿Perdón?
- Vengo a iniciarte.
- ¿Iniciarme? – Cuta estaba al borde de risa – No hablaras en serio, ¿O si?

Górgalos no le respondió, sólo desvió la mirada por encima del hombro de Cuta. Ella volteó para ver de qué se trataba. Allí estaba aún el pequeño ciervo masticando un poco de pasto. Este le devolvió la mirada por un instante y luego continuó con lo que estaba haciendo.
- ¿No te pareció curiosa la manera como me encontraste? – Cuta, guardó silencio – Eso imaginé. Ahora lo importante es que aprendas a reconocer tus dones, debes reconocer tu fuente. Esta se encuentra aquí – dijo mientras se colocaba la mano derecha sobre el pecho – muy cerca de tu corazón, justo bajo tu garganta. Te mostraré – Le tomó la mano y se la puso sobre su pecho. Cuta sintió que la cara se le encendía, pero no intentó soltarse. Entonces sintió algo, algo que sólo pudo comparar con una corriente de aire, sólo que sabía que no era aire sino calor. Él le soltó la mano y ella la retiro sin prisa – Ese es el calor de mi fuente y varía en fuerza según mi nivel.
- Yo…no… - El inquebrantable sentido común de Cuta se estaba tambaleando junto a su nunca tarde elocuencia, ¿Qué le estaba sucediendo? – ¿Dónde debo mirar? – La pregunta había venido a ella de otro sitio y salió de sus labios sin que ella pudiera evitarlo. Górgalos sonrió con un atisbo de orgullo en la comisura de los labios.
- En todas partes. Debes buscar la razón por la cual suceden todas las cosas que suceden a tu alrededor, pero especialmente de las cosas relacionadas con tu actitud: por qué te detienes a medio caminar, por qué te quedas mirando un rincón aparentemente vacío, por qué los animales te siguen sin temor – dedicó otra mirada al ciervo – Con el tiempo verás que todas estas cosas están relacionadas con tu sensibilidad, y esa sensibilidad te llevará a encontrar tu fuente. Una vez que la encuentres entonces podrás hacerla crecer y usarla cada vez que se te antoje.
Tras decir todo esto Górgalos se quedo mirando a Cuta, era como si viera en ella precisamente todo aquello que acababa de explicarle. Luego sin aviso alguno levantó una mano, toco su rostro y le sonrió. Cuta podía escuchar sus propios latidos y estaba segura que el resto del bosque también. Una suave brisa sopló meciendo las ramas de los árboles cercanos. Ambos voltearon para olfatear el aire como quien lee una carta escrita en el viento. Entonces Cuta lo sintió, era el bosque y le habló: Corre. Górgalos se puso en pié de un brinco y le tendió la mano.
- Es hora, Corredora.
¿Corredora? ¿Por qué insiste en llamarme así? ¿Acaso…? Cuta, se puso de pie con su ayuda y entonces comprendió.
- ¿A quién debo vencer? ¿A ti? – Górgalos volvió a mirarla con orgullo.
- Si quieres puedes intentarlo, pero lo importante es que lleguemos antes que ellos.
- ¿Ellos? ¿Quiénes son ellos? – la brisa volvió a peinar aquel claro.
- Ya lo verás – dijo mientras adoptaba una posición para comenzara correr. Ella lo imitó. Sintió que algo se movió a su derecha y al voltear vio como el ciervo se acercaba con las orejas alertas y el cuerpo tenso como un resorte - ¿También tu quieres correr? – y un resoplido fue lo más parecido a un si que el ciervo pudo articular – Muy bien. ¿Lista Cutamipuagsy?
- Lista.
- ¡Vamos!

Los tres arrancaron a la carrera volviendo a internarse en el bosque, Cuta corría casi con desespero, y sentía que el pecho se le hinchaba. Saltó una raíz y fue a aterrizar unos seis pasos más adelante. No se detuvo a pensar que estaba sucediendo, simplemente se dejaba empujar por la dicha que la estaba invadiendo. Junto a ella corría el muchacho y un poco más adelante el ciervo atravesaba el bosque casi sin tocar el suelo. Cuando un río se interpuso en su carrera Cuta saltó al tronco de un árbol caído que estaba apoyado sobre otro árbol, corrió a lo largo de este hasta llegar a las ramas más altas desde donde saltó para aterrizar en las ramas otro árbol al otro lado del río. Mientras iba por el aire vio como Górgalos y el ciervo vadeaban el río de un solo salto y se reunían con ella al otro lado. Sin detenerse continuaron corriendo a través del bosque.

- ¿Hasta donde es esta carrera? – Le gritó Cuta al muchacho mientras corrían.
- Hasta el acantilado, pero debemos llegar antes que ellos.
- ¿Antes que quien?
- ¡Que ellos! – Górgalos hizo un gesto con la cabeza para indicarle en que dirección mirar. Cuta siguió la indicación y vio un poco más abajo de donde se encontraban a otra pareja que corría también entre los árboles del bosque. Se trataba de un valer y una valer ya adultos, pero su carrera era mucho más feroz y eran increíblemente rápidos. Ella era alta y esbelta, de cabellos negros y líneas dibujadas y a pesar de la velocidad lucía grácil, había algo en ella que emanaba una energía tremenda. El hombre era fuerte y audaz de movimientos y sacudía troncos y pesadas piedras a su paso – ¡Aprisa! – le apresuró el muchacho y ella se volvió a concentrar en su camino - debemos tomar un atajo o de lo contrario nunca lo lograremos – Entonces se dirigió al ciervo – ¡Gruva, tocte nahoro!
Se desviaron hacia la derecha y comenzaron a seguir un sendero que termino llevándoles por el lecho seco de un río. Los árboles a sus lados se iban haciendo más y más cortos hasta que finalmente al cruzar un recodo Cuta pudo ver que habían llegado al final del camino. El antiguo río caía allí en una cascada, pero ahora solo había rocas y el vacío, y a unos cincuenta pasos de valer adulto más adelante, la otra cara del acantilado. Pero ninguno se detuvo. El ciervo, quien ya había ganado una distancia considerable, corrió con resolución hasta el borde y al llegar a él dio un salto al vacío y dibujó un perfecto arco entre el borde de la cascada seca y el otro extremo del acantilado. Cuta perdió velocidad, no había forma que ella pudiera dar semejante salto. Entonces sintió como Górgalos le tomaba de la mano.

- ¡Si, puedes! – Le estaba sonriendo – No te pido que creas de una vez, sólo te pido que confíes en mi.

No lo pensó. Al llegar al borde simplemente brincó con todas sus fuerzas. Sintió como las rocas bajo sus pies estallaban por la presión y ya una vez en el aire, volvió a ser conciente de la dicha que la motivaba. Fueron sólo unos segundos pero los saboreó con calma, sintiendo como cada uno de sus cabellos se dejaba acariciar por la brisa. Aun aterrizaron unos siete u ocho pasos más allá del borde y se dejaron rodar sobre el pasto hasta que se detuvieron. Cuta reía a carcajadas, nunca se había sentido tan feliz. En cuanto se puso en pie salto sobre el cuello de Górgalos y le dio un abrazo.

- ¡Genial! Hagámoslo de nuevo.
- No hay tiempo – le respondió sin poder evitar dejarse contagiar por su sonrisa – Ya casi llegamos.

Subieron a toda marcha por un estrecho sendero y allí lograron ver el acantilado en toda su extensión. Se detuvieron jadeantes. Allí estaba también el ciervo, expectante.

- Lo logramos, aún no llegan – Un crujir de ramas les hizo mirar de nuevo – Allí vienen.

De entre los árboles cerca del borde salió la mujer disparada como una flecha. Nunca se detuvo y al llegar al final simplemente salto, giró en el aire para ver como el hombre salía de entre los árboles tras ella, continuó el giro y la caída hasta zambullirse en el mar sin levantar casi agua. El hombre se detuvo y la vio emerger y nadar de espaldas mientras le sonreía invitándole a continuar la carrera. El hombre sonrió y negó con la cabeza, luego movió los labios en alguna despedida que se escapó a los oídos de los dos jóvenes observadores, levantó la mano para despedirse, se volteó y se fue.

- ¡Ixchi! – Susurró Górgalos con nostalgia para si – Nunca me canso de recordarlo.
- ¿Qué has dicho? – Górgalos la miró de nuevo con aquella sonrisa de niño malcriado, luego le tomo de la mano. Cuta entendió - ¿Te volveré a ver?
- Por supuesto, Cutamipuagsy – le encantaba como pronunciaba su nombre – El viento te dirá cuando será el tiempo. Por lo pronto explora tu nuevo don. Un día te será muy útil – El viento volvió a soplar, pero esta vez fue frío y lejano, el rostro de Górgalos se endureció – Aún hay tiempo.
- Górgalos, ¿Qué debo hacer con esto que estoy aprendiendo?
- Una sabia pregunta, Cuta. Se feliz, y haz feliz a cuantas personas puedas. Entendiendo que la vida siempre tendrá cosas que simplemente no podrás explicar harás que tu poder se haga cada vez más y más grande. Pronto te darás cuenta que la misma gente es parte de esa energía que hace crecer tu fuente y aprenderás a ver a través de ella, sin distraerte por máscaras ni engaños. Cuando seas conciente del poder que tiene tu propia sonrisa habrás recorrido ya más de la mitad del camino para nuestro reencuentro – Luego volteo hacia el ciervo y se arrodillo para llamarlo – ¡Gruva! – El delicado animal se le acercó y él le susurró algo en la oreja. El ciervo agitó alegremente la cola, retrocedió y le dedicó una mirada a Cuta.
- Adiós, Gruva, fue un placer - tras otro resoplido el ciervo salió saltando fuera de su vista, luego Cuta dirigió la mirada a Górgalos que ya se había puesto de pie – Ahora que lo pienso, hay una vieja leyenda sobre un gran guerrero, un Guardián según se suele contar, fue grandioso, valeroso y loco a la vez, se dice también que tenía miles de años de edad y que nació un poco más al sur de este lugar pero que pasó por aquí el día que partió para comenzar su camino como Guardián. Ahora lo recuerdo, su nombre era Gonka.

Górgalos no dejó de sonreír en ningún momento y sus ojos brillaban con toda la picardía de su misteriosa juventud.

- Tero distet cali, Cutamipuagsy – y tras decir esto se dio vuelta y se fue caminando sin voltear.
- Vrava niqui sin safir, Gonka.


Para cuando Cuta regresó a su casa el sol ya estaba casi sobre el horizonte. Guro, su hermano la esperaba recostado del marco de la puerta con una mirada de reprimenda.

- ¿Dónde rayos has estado, Cuta?
- En el bosque – Le dijo ella con tranquilidad – ¿Por qué me miras así? No es lo que estás pensando.
- ¿A si? ¿Y que estoy pensando, niña lista? – Preguntó mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho.
- Piensas que tengo un novio y que me estaba viendo con el en el bosque – Los ojos de Guro se abrieron – Te deberías avergonzar hermano, ¿No conoces a tu hermana?
- Yo no estaba pensando eso hermanita – dijo mientras la despeinaba juguetonamente.
- No me despeines, voy a salir nuevamente. Me veré con unas amigas en la plaza central. Así que olvida tus intensiones de hacer que te prepara la cena – y tras decir esto sonrió al ver la cara de estupor de su hermano, y agregó – Y no. No puedo leer la mente, hermano.

GLOSARIO

Raba: Séptimo día de la semana. Valeria tiene semanas de ocho días.

Tero distet Cali… Vrava niqui sin safir: Despedida en Prusik básico que significa:
Mira el cielo… Y que las estrellas nos junten de nuevo











La siguiente parte

Cuta en la Corte de Sool

jueves, 16 de abril de 2009

Hojas



Soy afortunado. Y no solo en una sino en varias dimensiones.

Algunos viven sin ser afortunados al menos una vez en la vida. Yo cargo mi fortuna conmigo todo el tiempo. Y seguirá siendo así.

No lo puedo evitar

8266

miércoles, 25 de marzo de 2009

Entre lo Material y lo Espiritual



A medida que vamos creciendo de la misma forma crece nuestro ego, es a partir de cierto punto que este detiene su crecimiento proporcional o incluso comienza un decrecimiento, que vale decir suele ser mucho más lento que lo opuesto.

Durante el "crecer" nuestra necesidad de "poseer" cosas se vuelve más imperiosa. Curiosamente esta necesidad puede crecer inversamente a nuestra capacidad de crear, lo que nos lleva a buscar aún más cosas que llenen el vacío creativo que se agiganta a medida que vamos llenando nuestra vida con juguetes de vidrio y hojalata (parafraseando a Richard Bach)

¿Y para qué todo eso? Para alejarnos, para escondernos, para encerrarnos, para escaparnos.

Buscamos libertad en cosas que tienden a amarrarnos más a nuestra cultura de dependencia. Lo peor es que cada vez dependemos más de cosas que no entendemos como funcionan, pero a medida que las utilizamos las vamos calificando de imprescindibles.

Yo por mi parte quiero conformarme con un camino, con lápiz y papel para recordarlo todo, con algunos colores para darle vida a mis sueños y con la gente querida con quien compartirlos.

martes, 30 de septiembre de 2008

La Compañía de la Soledad

From XIV Festival Internacional de Danza
Una vez creído por muerto, Falado se escondió por siglos en el corazón del desierto de tierra azul. Al principio sólo quiso esconderse de su propia miseria, de su propio sufrimiento, pero muy pronto esta soledad se volvió su escudo y lo retrajo cada vez más y más dento de las ardientes arenas del desierto. Des pues de esa vida, Falado nunca más volvió a ser el mismo. Su tristeza nunca desapareció, en lugar de ello se volvió gran parte de su aura. Un aura densa, poderosa, llena de un sentimiento mucho más allá de nuestra capacidad para sentir emociones.

Cuando Monio quiso seducir a Falado, se topó con un impenetrable muro de hielo, del que quiso escapar cuando ya fue demasiado tarde.

Sin embargo el retraimiento de Falado desarrolló en él habilidades poco usuales, inclusive para un guardián, pues dominaba los hechizos Joehobs como nadie más, era capaz de ver percibir a las princesas sin necesidad de ayuda exterior, incluso algunas valer llegaron a asegurar que era capaz de hacerse invisible y de comunicarse sin articular palabra.



Bien, sea con la sensibilidad de Falado o sin ella. De nuevo el rastro de una Dama se ha hecho presente, aunque difuso, pues viene a reclamar el puesto tomada por otra.



O tal vez dos

domingo, 31 de agosto de 2008

Encontrando cosas que no están


Les diré, a medida que pasa el tiempo nos vamos haciendo cada vez más a la idea de que sabemos quienes somos y que nos conocemos de lo mejor, pero a veces abrimos los ojos a lo que es verdad: que poco nos interesa conocernos o simplemente nos atemoriza saber de lo que somos capaces.



Yo, la verdad, a veces ni siquiera soy capaz de ver que hay más allá de mi nariz, pero otras veces me descubro con estas enterradas hasta el fondo en mi verdad.

Mi verdad está en cada hoja que el viento llega a mecer,
en cada áspera corteza que me habla de los que amo,
en los valles, hondonadas, bosques y sabanas.
En lo que no se ve ni en la noche ni en el día, pero te observa.
En lo que no se escucha sino hasta que ya no está.
En lo que no me hace más sino simplemente parte de ello.

Y si lo tengo tan claro, ¿Que diablos hago yo aquí?

Solo tengo que encontrarlo.

Encontrar Kroares

viernes, 13 de junio de 2008

Todo termina con un comienzo


Después de pasar par de cientos de años desaparecida, Felón es encontrada en medio del Desierto de Tierras Azules. No era la misma Felón desde muchos puntos de vista; ya no vestía prendas de hilos de plata y oro, no estaba rodeada de sirvientes ni de nubes de oscuridad, sus rizos estaban domados por una trenza y en ninguna parte de su cabeza había flor alguna adornándola. Y estaba sola. Ciento cincuenta años habían pasado desde su último encuentro con Falado, de su último y trágico encuentro.


Pero había algo más, algo latente en ella que la hacía más taciturna. Por las noches solía sentarse sobre la arena a mirar el cielo, buscando, sintiendo su falta y a la vez su dicha.


No se conoce de otra historia que repita la espera de Felón, ni el por qué de tan particular gravidez. Pero como suelen ser las historias en Valeria, la misma tuvo un desenlace sumamente importante, más allá del sólo alumbramiento de Edime.


Se vuelve un asunto sumamente importante. Lógico, pero no se trata del evento como tal lo que me hace colocarlo en este lugar sino de su efecto en mi, de la importancia que yo mismo le doy. Después de todo es un idea, es luz, es crecer.