Ella sabía que ese día tendría visitas, podía ver todos los signos en el ambiente: las mariposas entrando a la casa, la llama de su cocina a todo dar, el intenso olor del café recién hecho aunque ya tenía más de dos horas de haberlo preparado. Alguien iría hoy a visitarles, eso era un hecho, ¿pero quién? Ayer había pasado el día con todas sus amigas y ninguna le dijo nada acerca de irle a visitar, Guro estaba trabajando en los muelles, por lo que era poco probable que alguno de sus amigos pasara por allá, a menos que se tratara de otro pretendiente, pero ya hacía tiempo que Cuta había dejado bien clara su poco interés por los amigos de su hermano. Muy bien, lo sabría en el transcurso del día. Suspiró con resignación mientras terminaba de comer el bizcocho que se había preparado para desayunar. Le gustaba comer sentada en el balcón de la ventana de su cuarto mientras miraba como maduraba la mañana. Al terminar paseo la mirada por su habitación, tal vez en búsqueda de alguna alternativa para el día de hoy, sus ojos se detuvieron un momento en su uniforme de entrenamiento, y una sonrisa de entusiasmo se dibujó en sus labios mientras contemplaba el lustroso brillo del yelmo y de la espada. Le encantaba vestir su uniforme, para ella no había nada más cómodo que sus blandas y altas botas de cuero, tuvo que resistir el impulso de colocárselas. Junto a las botas estaban cuidadosamente dobladas su falda y la blusa de olivo y marrón, los miró por otro largo rato y no pudo resistir más la tentación, se levantó, caminó hasta el rincón en donde estaban, tomo la blusa y la apretó contra su pecho mientras miraba la luz que entraba por la ventana. El Sol ya tenía bastante altura, la luz era clara y la mañana muy fresca.
Si alguien iba a venir hoy pues tendrá que regresar luego – dijo para si misma.
Bajó las escaleras a la carrera, no quería estar en la casa para cuando llegara esa visita, quienquiera que fuera, tomó la llaves de su rueda todo terreno y apresuró el paso hacia la puerta, poso la mano en el pomo de la puerta y la abrió. Pero al salir todo había cambiado, la fresca brisa ahora era helada y de rancio olor, el sol se había ocultado tras negras nubes y no se veía ni un ave o animal por los alrededores. Los años de entrenamiento de Cuta tensaron todo su cuerpo, casi sin percatarse envió sus sentidos a explorar, pero no necesitaba hacerlo sentía el peligro en todas partes. Demasiado pronto sus sentidos regresaron, lo que no era muy buen señal pues eso era indicativo de un peligro realmente grande. Su olfato le trajo el olor de la sal y su oído venía invadido por el campaneo de las drizas contra los mástiles.
Guro – Un temor helado le lleno las venas.
Se percató de que se sentía ligera y más fuerte de repente. Pensó en correr hasta su rueda pero cuando fue a hacerlo sintió un cambio. Su cuerpo sintió como la presión bajo en torno a ella, el frío se incrementó y su corazón se detuvo por un instante. Apenas tuvo tiempo de saltar y quitarse del camino. Una enorme onda de energía había golpeado justo en el lugar donde había estado parada fue como si el aire se partiera y diera paso a un puño gigante que había arremetido contra las lozas en la entrar de su casa. Luego de aterrizar sobre sus pies, unos cuantos pasos más adelante Cuta volvió la mirada y observó una oscura figura en medio de aquella porción de tierra cóncava en la que había estado parada hacía medio segundo. Un brujo.
Cuta le reconoció por las trenzas terminadas en cuentas negras en las cuales estaba recogido su cabello. El torso lo llevaba cruzado por cuerdas también trenzadas y llevaba pantalones negros que terminaban en unos pies descalzos.
A diferencia de las historias de paladines y villanos aquí no hubo presentación alguna, de un brusco movimiento el brujo se había desenrollado la cuerda que le envolvía el pecho y la cintura la cual resultó ser un látigo. El látigo chasqueó sobre el aire que ahora ocupaba el lugar donde había estado parada Cuta que nuevamente había saltado hacia un lado para esquivar el segundo ataque. Era un látigo sanamés, Cuta los había visto antes y sabía que eran capaces de cortar la carne y los huesos como si fueran de papel. Debía mantenerse cerca, mientras mayor fuera la distancia entre ellos, mayor sería la ventaja de él. Para el tercer chasquido Cuta había logrado acercarse dos pasos más dentro del circulo del látigo y había desenvainado su espada, pero el brujo era diestro y el cuarto y el quinto chasquido fueron casi consecutivos, logrando morder este ultimo a Cuta en una pierna, por fortuna el cuero de la bota le protegió de los dientes del látigo aunque no del golpe. Cuta hincó una rodilla sobre el suelo para evitar caer, el látigo dibujó otro circulo en el aire y rompió hacia Cuta, pero no hubo chasquido esta vez, al menos ella no lo escuchó, una esfera azulada la había envuelto, producto del conjuro de protección que ella misma había invocado. El látigo había golpeado el escudo y continuando su viaje para terminar enrollado en un bastón que estaba calvado en el suelo justo entre ella y el brujo. Era curioso, hacía un segundo ese bastón no había estado allí. El brujo miró con asombro a Cuta y el bastón, y entonces Cuta se dio cuenta que las cuentas en las trenzas de su cabello ya no eran negras del todo. Cada cuenta era un ojo, y cada uno de un color diferente: negros, pardos, azules, verdes en incluso violeta. Todos los ojos, incluso los de Cuta se posaban el la figura que estaba sujeta en la parte de arriba del bastón, como si lo acabara de trepar y mirara desde arriba lo que ocurría en el suelo. Llevaba una falda larga y negra y una camisa sin mangas que mostraban brazos adornados por pulseras de cuentas y brazaletes de cuero. Otro brujo.
Diez ojos habló entonces:
¿Quien eres?
Pero el segundo brujo no respondió de inmediato, levantó una de las manos como si saludara a su interlocutor y casi en un murmullo musitó: Mul. Y el látigo del primer brujo se encendió en llamas que comenzaron en el bastón y corrieron hasta el mango del látigo. Muy pronto sólo el mando en la mano del brujo era lo que quedaba de su arma.
Diez ojos retrocedió, con cautela, pero sin mostrar preocupación o miedo alguno. Cuta se puso de pié, y el recién llegado se dejó deslizar por el bastón hasta el suelo.
Sabes que no podrás contra los dos a la vez – le dijo entonces al primer brujo.
Samon Niocromu es mi nombre – le respondió con veneno en la voz – La chica ciervo es mía.
¿Chica ciervo? Algo se revolvió en Cuta.
Debes estar mal de la cabeza si crees que con sólo decirlo me voy apartar y a permitir que te la lleves.
Samón apretó los músculos de su mandíbula. Entonces el viento volvió a soplar llenando el aire con olor a mar picado. Cuta recordó lo que le dijeron sus sentidos.
Guro – volvió a decir, miró por un instante a los dos brujos y decidió que ellos arreglaran sus asuntos. Su hermano estaba en peligro, ella lo sentía, lo sabía.
Estuvo a punto de salir corriendo nuevamente pero el segundo brujo la llamó por su nombre.
Cutamipuagsi – y el corazón de Cuta sintió el calor de una fuente familiar – ¡Espera!
Tal vez reconoció la líneas endurecidas en el rostro de aquel joven con quien había corrido hacía ya ocho años, o tal vez reconoció su voz ya madurada, pero sobre todo había sido el calor de aquella fuente, la primera que había logrado sentir.
- Górgalos.
El la miró y sonrió con la mirada llena de dicha, pero tan pronto volteó para dirigirse hacia ella Samón aprovechó la oportunidad y una negra nube le envolvió girando y disolviéndole hasta que desapareció en un pequeño destello final.
Teleportación. Cuta se quedó estática, muy pocos brujos dominaban realmente los hechizos joehob de tal manera como había visto ese día. Pero la teleportación era ya un asunto mucho más allá de sus capacidades. No era algo que se pudiera aprender, había que nacer con el don y en toda la historia de Valeria sólo una persona ha ostentado tal poder, y yacía muerta desde hacía cientos de años.
Bien – Cuta dio un respingo – vamos por tu hermano.
´ Cuta lo miró por un instante y entonces las palabras tomaron sentido en su cabeza. Nuevamente sintió la ansiedad en su corazón. Nada la detuvo esta vez, corrió hasta llegar a su rueda todo terreno, se montó en el asiento y la encendió, pero justo antes de arrancar sintió como los muelles amortiguadores cedían un poco y volteo a mirar el asiento detrás de ella. Allí estaba sentado él, con su largo bastón sobre las piernas y el casco puesto.
No deberías viajar sin casco – dijo mientras le extendía el yelmo de su uniforme de combate.
Nuevamente Cuta se estremeció al escuchar esa voz, pero no se detuvo a pensar. Tomo el yelmo se lo colocó y arrancó a toda marcha por la pendiente que conducía hacia el pueblo y luego a los muelles. Viajó a toda velocidad y en un par de ocasiones tuvo que hacer saltar la máquina varios metros en el aire para esquivar otros vehículos, grupos de personas e incluso un par de casas. Pero a pesar de todo ello su extraño pasajero no hacía ningún comentario, ni siquiera le sentía respirar de manera agitada. Debía de tratarse de un gran brujo, uno realmente poderoso, pues crear fuego requería un esfuerzo terrible, si embargo no mostraba ni la más mínima señal de fatiga. ¿Donde habría estado metido todo este tiempo?
La fría brisa se fue convirtiendo en ventisca, y la velocidad a la que viajaban lo hacía parecer mucho peor. Muy pronto pudo ver el mar y los mástiles de las embarcaciones. Se hizo también evidente el correr de marineros de un lado a otro asegurando las cuerdas y aparejos, la tormenta les había tomado por sorpresa y había que proteger los barcos de los filosos arrecifes que cerraban la entrada a la bahía. Para cuando la rueda cruzaba la entrada a los muelles, ya los ojos de Cuta habían notado la ausencia del barco donde trabajaba Guro. Fue disminuyendo la velocidad hasta que llegaron al atracadero. Ahora la brisa era furiosa y fuertes olas ya golpeaban contra el arrecife, las luces de los faroles se habían encendido porque prácticamente era de noche, el sol estaba totalmente oculto y no había ni un pedazo de cielo a la vista en ninguna dirección. Eran salmones contra la corriente mientras veían como todos los marinos huían despavoridos de los muelles, entonces Cuta vio una cara familiar.
Arrem – Cuta tuvo que tomarle del brazo para que el marino reparara en ella, tenía los ojos llenos de temor y tardo un par de segundos en reconocer a Cuta.
Cuta, ¿Qué haces aquí? ¿Qué no ves que se nos viene el mar encima?
¿Donde está Guro? – Ya Cuta tenía que gritar para que se le pudiese escuchar sobre la tormenta. Arrem respondió algo que se perdió bajo el estruendo de los truenos que llenaban el aire con un fuerte olor a ozono, luego miró el mar con los ojos abiertos, se soltó del agarre de Cuta y salió corriendo. Ella fue a tratar de agarrarle de nuevo pero sintió como el brujo la ponía la mano en el hombro.
Ella le miro y lo encontró con la mirada hacia el mar y ella la siguió. Allí donde el arrecife se había para dar paso a los barcos la luz de un mástil se balanceaba erráticamente. Apenas y se veía la silueta del casco pero Cuta sabía que se trataba del barco de su hermano.
- Hay dos personas sobre la cubierta – dijo Górgalos quien miraba hacia el barco con los ojos muy abiertos – pero sólo una se mueve y está cargando a la otra.
Habían al menos doscientos pasos desde donde ellos se encontraban hasta el barco a la deriva, pero Cuta no dudo que Górgalos fuera capaz de ver a es distancia y con la tormenta en pleno apogeo.
- Alguien está herido – Cuta se bajó de la rueda y comenzó a mirar hacia los lados – Tenemos que llegar hasta allá y ayudarles – gritó para hacerse escuchar, mientras recogía una cuerda y un bulto de uno de los barcos más cercanos - ¿Me ayudas?
Górgalos saltó de la rueda, vio la cuerda y reconoció el bulto. Una balsa auto inflable.
¿Que tienes en mente?
¿Recuerdas el salto a través del Acantilado? Puedo saltar más de cien pasos, luego puedo nadar hasta el barco y traerlos en la balsa, pero necesito que tires de la cuerda y…
No lo lograrás – le cortó tajantemente – Hay demasiada viento y el mar está muy picado, no podrás nadar ni diez brazadas.
¿Tienes un mejor plan? – Le pasó por un lado y de uno de los amarraderos ató uno de los extremos de la cuerda, luego retrocedió algunos pasos y se preparó para arrancar.
¡Espera! – Cuta detuvo su carrera - Hay otra forma.
No dijo nada más, simplemente salió corriendo en dirección a la orilla, saltó del atracadero a la orilla. Luego se volteó y miró a Cuta, ella no sabía lo que él pretendía, pero entendió la señal y se alistó. Górgalos se acercó lo más que pudo a la orilla y esperó a que alguna ola acercara el mar hasta él, hincó una rodilla en el suelo mojado y puso una mano el suelo, luego miró hacia el mar y volvió a susurrar como había hecho antes: Isber. Entonces desde donde se encontraba su mano y en dirección mar adentro todo comenzó a tornarse blanco y a la velocidad del viento una garganta de hielo fue avanzando abrazando todo, rocas, atracadero, botes, cuerdas y el mismo mar. Cuta no lo podía creer, era incluso demasiado para un brujo poderoso, vio como el manto blanco congelaba el mar por debajo del atracadero y una larga garganta de hielo formó un corredor que se extendía rápidamente hacia donde estaba el bote encallado.
Entonces le escuchó como si lo hubiese dicho justo junto a su oreja: Y que esperas, ¡Corre! Se echo la balsa al hombro y salió disparada a lo largo del atracadero, dio un brinco y aterrizó sobre aquel corredor de hielo y lo escuchó crujir bajo sus pies. No era muy grueso. Pero igual corrió, y corrió tan rápido como pudo. Tuvo que hacer de toda su concentración para detectar las zonas donde el hielo era más grueso, la tormenta seguía rugiendo a su alrededor y ahora esquirlas de hielo se sacudían contra su rostro empujadas por el viento. Había sido un hechizo portentoso, pero aun así el hielo no llegó hasta el bote, había un tramo de agua embravecida de unos veinte pasos entre el extremo del corredor y el este. Cuta no dudo ni un segundo, apretó el paso y acelero y al llegar al extremo salto. Pero el salto no le llevó tan lejos ni tan alto como hubiese querido, pues el hielo se había resquebrajado bajo sus pies al momento del impulso absorbiendo parte de la energía del salto, pero cuando estuvo a punto de caer al agua dio un segundo salto en el preciso instante en que su pie choco con la superficie del agua y se volvió elevar. Así mismo un poco más adelante dio un tercer y un cuarto salto, pero para el quinto ya había perdido mucha velocidad, y aun a unos cinco pasos para llegar al bote se sumergió en las embravecidas aguas.
El agua estaba helada y al salir a la superficie era muy difícil mantenerse a flote, pues las olas no cesaban. Pero Cuta estaba determinada a llegar así que comenzó a bracear, al dar las dos primeras brazadas sintió un tirón. La cuerda había alcanzado su límite. Cuta sintió que el corazón se le iba a los pies, si soltaba la cuerda no podría regresar, pero si no lo hacía su hermano también podría morir.
La angustia llenaba la cabeza de Cuta cuando notó un gran chapoteo en dirección a ella. Guro había saltado al agua y llevaba consigo al herido, que resultó ser el capitán del pesquero. Cuta se quitó la balsa de la espalda y la activo, una gran balsa de múltiples colores brillantes se expandió, Cuta se montó en ella y vio como su hermano se montaba por el otro extremo pero sin soltar el cuerpo de su capitán. Ella cruzó rápidamente la balsa y le ayudo a izarlo dentro. Entonces Guro, le miró y la abrazó.
- Hermana – dio uso de todo su amor por ella para decir esas palabras – No puedo creerlo, pero no importa.
Cuta le miro a los ojos y vio que estaba llorando. Pero pronto recupero la compostura.
Ahora hay que remar como nunca lo has hecho en tu vida hermana.
Cut le puso la mano en el brazo y le habló.
- Tal vez eso no sea necesario hermano – Y sin que nada aparente cambiara en ella envió su voz: ¡Tira!
Cuta espero sentir un ligero tirón desde la orilla, pero en lugar de eso tuvo que sostenerse de una de las agarraderas de la balsa, pues esta estaba siendo tirada a una velocidad ciertamente mayor a la que puede generarse de alguien tirando a mano. Muy pronto llegaron a la orilla y aún varios metros playa adentro, pero no lograba ver el otro extremo de la cuerda ni quien tiraba de ella tan rápido pues se perdía en dirección al pueblo. Entonces miró hacia el atracadero y se percató que ni Gorgalos ni su rueda estaban allí. Lo que si habían era varios marineros que ahora corrían hasta ellos y ayudaban a Guro a cargar al viejo capitán.
Entonces en medio de la algarabía, así como si alguien hubiese cerrado una llave. Dejó de llover, el cielo se abrió y el sol volvió brillar ya casi en su cenit. También el corredor de hielo había desaparecido, de no ser por los botes montados unos sobre otros y los ríos que corrían por todas partes en dirección al mar, nadie pensaría que aquello realmente había sucedido.
Cuta – Guro volvió a abrazar a su hermana - ¿Estas bien? ¿No te has golpeado ni nada?
Guro sabía que Cuta estaba incluso más ilesa que el pero no quería perder su papel de hermano mayor y protector. Cuta decidió no desanimarlo.
Estoy bien, hermano. ¿Nos vamos a casa?
Camino a casa encontraron la rueda de Cuta estacionada cerca de la plaza central. Desataron el extremo de la cuerda que les sacó de la tormenta y montaron en ella de regreso a casa. No había señales de Gorgalos por ninguna parte.
Al llegar a su casa Guro observó los daños en la entrada y miró a Cuta. El la había visto correr sobre el brazo de hielo que se había formado hasta el bote a la deriva. Y la había visto saltar una distancia mucho más grande de lo que una persona normal puede saltar. Pero no dijo nada. Actuaba con misteriosa normalidad ante todo lo que había sucedido.
Entraron y Guro se quito la camisa empapada y se sentó sobre la mesa de la cocina dirigiéndole una mirada extraña a Cuta. Ella se detuvo frente a él sin estar muy segura que iba a suceder. Por muchos años le había ocultado a su hermano la parte asombrosa de sus capacidades. Ahora había llegado el momento de hablar de ello y sentía un poco de vergüenza por tratar un tema sobre el cual nunca había compartido nada con nadie. Entonces cuando iba a comenzar hablar él lo hizo primero.
Debes subir a cambiarte esa ropa por ropa seca. No hay mucho tiempo, debemos partir esta misma noche – Cuta se sintió desconcertada. ¿Partir? ¿Por qué? ¿A dónde?
¿A que te refieres, hermano? – Guro le señaló una silla y ella la tomo y se sentó de frente a su hermano.
Lo se – Cuta supo de inmediato a que se refería y que decía la verdad – Lo he sabido incluso antes que tu, pero los magos deben aprender su arte lejos de los halagos y otros tipos de influencias – Cuta lo miraba con los ojos muy abiertos sin saber que decir – Mamá y papá lo sabían desde el día en que naciste y antes de morir mamá me lo dijo a mi y me encargó cuidara muy bien de ti hasta que desarrollaras tus poderes. Por lo que he visto, ya lo has hecho.
Cuta se estremeció al escuchar a Guro hablar sobre sus padres, muertos ya hacía mucho tiempo en un accidente. Su madre no murió de inmediato, asombrosamente se había salvado y a Cuta con ella, pero quedó herida de gravedad y murió poco después de llevarla casa de sanadores. Guro muy pocas veces hablaba sobre ese asunto.
¿Papá y mamá sabían? – la voz de Cuta era un hilo – Cuéntame sobre eso Guro.
Guro la miro con ternura.
No soy yo el más apropiado para contar la historia, Cuta, y además no hay mucho tiempo, lo único que te puedo decir es que ahora que tus poderes se han desarrollado es necesario que te lleve a Kroares.
¿A Korares? – Esto era mucho más grande de lo que Cuta pudiera imaginar ¿Qué sería tan importante y tan misterioso como para que una simple joven tuviera que ir hasta el mismo bosque negro? - ¿Y que hay en Kroares?
Allí está Sool. Esperándote – Ambos voltearon a ver a Gorgalos, quien estaba recostado del marco de la puerta. Sus ropas estaban secas pero se le veía cansado, miró a Cuta, le sonrió y entonces se dejó deslizar hasta el piso. Estaba extenuado.
Guro y Cuta se pusieron en pie y lo ayudaron a llegar hasta una silla. Que Guro no hiciera preguntas al respecto no sorprendió del todo a Cuta, ¿Se conocerían?
¿Se encuentra bien? – le preguntó Guro, a lo que Gorgalos solo respondió con un ligero movimiento afirmativo. Estaba realmente agotado.
Guro ¡Su brazo! – Cuta sostenía el brazo para mostrárselo a Guro, estaba rojo como si se hubiera quemado y también muy caliente.
Hay que ponerle algo, hielo, o mejor unas compresas frías. ¿Sabes quien es él?
Se llama Gorgalos Gonka – le respondió mientras buscaba unas toallas limpias y las mojaba en agua fría del refrigerador – Fue el quien me inició. ¿Tú le conocías?
No, pero sabía que un día llegaría.
Górgalos se puso en pié de un salto, como si hubiese despertado de golpe de un sueño muy profundo.
¡Hay que irnos! – dijo mientras miraba hacia todos lados – Hay que irnos ahora.
Cuta y Guro se miraron por un segundo y luego salieron corriendo a hacer su equipaje. Ninguno empacó mucho, sabían que viajarían rápido y ligeros. Cinco minutos después Cuta veía su casa alejarse y se preguntaba si un día la volvería a ver. Los tres iban de rumbo a las montañas a bordo de la rueda todo terreno, pero al llegar al llegar al bosque la dejaron allí, pues no estaba hecha para llevar a más de dos.
Treinta y cinco días de jornada les llevaron a través de las montañas. Durante el Camino Gorgalos le explicó a Cuta y a su hermano todo el propósito de su misión. Una historia que a ella le parecía asombrosa. Quinientos años después del final de la Guerra del Regreso, la Última Gran Guerra, era poco lo que se había sabido sobre los restos del acabado ejercito negro, sin embargo siempre hay restos. Aquel ejército había sido el más cruel y despiadado que hubiese puestos los pies sobre la faz de Valeria, había servido bajo lar órdenes de Blass-en-Mule y sus Lugartenientes. La historia narra sobre ciudades completas desvastadas, bosques incendiados, mares enteros envenenados y millones de valers muertos tras su paso. Después de la gran batalla en Omalaris este ejercito había sido abatido, perseguido y destruido hasta sus cimientos, pero siempre se sospecho que algo había resistido, algo que durante años se mantuvo oculto y fue engendrando un nuevo peligro. Aquellos seres, los más despiadados y crueles, poseedores de oscuros conocimientos en artes Joehob, tomaron nuevamente las frías cavernas australes de Valeria como su guarida y allí permanecieron por muchos años sin que nadie supiera de ellos. Hasta que un día cosas extrañas comenzaron a suceder en las tierras del sur: Demonios que tornaban más frías las noches, oscuros hombres que atravesaban las paredes como fantasmas y se apoderaban de las mujeres. Estas historias fueron creciendo en frecuencia hasta que llegaron a los oídos de los Zumar, los Cuidadores de la Historia que viven en las tierras del sur. De inmediato les pareció extraño y notificaron de ello a las todos los sabios de Valeria, entre ellos Sool. Y este era otro asunto que turbaba a Cuta. Después del final de la Guerra del Regreso, Sool, una de las Sao Lider que participó en la batalla final, había regresado a Kroares, en donde fue investida como regente y voz del oscuro bosque, incluso con la venia de los Hombres Negros. Nadie más supo nada de ella desde entonces, a excepción de los Sabios en las otras nueve grandes capitales. Se podría pensar que esta Sool es una desendiente de la original, pero de vez en cuando Górgalos se refería a ella como Cristal o La Encantadora, y estos nombres juntos no dejaban mucho espacio para dudas. Y si así era, Cuta sentía que algo le brincaba dentro del pecho cada vez que pensaba en ello, había la posibilidad de también encontrarse con una Dama.
Pero la pregunta para Cuta seguía siendo la misma ¿Por qué yo?¿Por qué me han llamado a mi?
Al final del trigésimo quinto día de marcha, justo ante los grandes pinos negros en la frontera sur de Kroares, Cuta hizo la pregunta.
Górgalos – hizo una pausa para asegurarse de que haría la pregunta de la forma correcta - ¿Cuál es mi relación con Sool?
Ninguna – Cuta, sintió una ligera decepción – Tu eres descendiente de Felón y de Falado – Luego dirigió la mirada a Guro – y tu también, Claro.
Así entraron al bosque oscuro, entre el relato de Górgalos y la cabeza revuelta. Cuta y Guro eran descendientes directos de una de las nueve Damas, una de las princesas del Círculo y de su unión con su Guardián, Falado.
Ahora el circulo debe ser reforzado, por eso se les ha traído hasta aquí – les decía Górgalos mientras pasaban junto a enormes árboles cuyas copas no se veían debido a la altura de los mismos – De aquella primera unión, como ya ustedes sabrán, nació una niña llamada Edime…
La Dama Guardian – Apuntó Guro, para asombro de su hermana.
Así es – continuó Górgalos – Edime heredó los dones de ambos padres y tuvo un papel fundamental en la Batalla de Omalaris, en la mismísima Corona de Morós. Pero Edime fue la única descendiente de Felón y Falado en poseer tal poder, hasta que naciste tú, Cuta.
Cuta escuchaba sin poder creerlo, bien sabía que era alguien particular, pero nunca imaginó que hasta aquél punto.
Subieron por una loma que les depositó un pequeño claro desde donde podían oír el murmullo de un río no muy lejano. Pero el murmullo se fue escondiendo tras un retumbar que se fue incrementando rápidamente, hasta que de otro camino más ancho un gran carruaje apareció tirado por cuatro enormes caballos. Nadie conducía el Carruaje ni a las bestias, Górgalos se les acerco y les dio una palmada en el cuello a cada uno de los corceles, luego abrió la puerta y miró a Cuta y a Guro.
¿Nos vamos? ¿O prefieren seguir caminando?
Aquellos caballos corrían como el viento, Cuta estaba segura que eran incluso más rápidos que su rueda y al cabo de un par de horas ya estaban llegando a su destino. Por alguna razón Cuta esperaba que los árboles se abrieran para dar espacio a casas, plazas, escuelas y hospitales, pero eso nunca ocurrió y sin que el paisaje hubiese cambiado en lo más mínimo, el carruaje se detuvo. Bajaron de él y fue entonces que los dos hermanos se dieron cuenta que la vida en ese bosque no estaba sobre la tierra sino en los grandes árboles. A allí sobre sus cabezas contemplaron Foridem, la morada de Sool, el castillo del árbol.
- Dicen que aquí se encuentra una de las tres entradas al mundo interior – Cuta había dejado escapar el comentario como una flecha al aire, pero no consiguió ninguna respuesta pues Górgalos ni se inmutó.
Entonces una plataforma levadiza descendió desde lo alto y a través de ella penetraron al castillo. Cuta estaba maravillada. Por lo general si alguien entraba Kroares con poca frecuencia se escuchaba decir que lograba salir, sin embargo ella se sentía a salvo y disfrutaba de todo lo que veía. Foridem también era conocido como la casa de Fourko: El Dragón de los Sueños. El más fiero y sanguinario de los tres Señores del mundo interior. Un lugar muy apropiado para alguien tan particular. Kroares siempre ha sido cuna de leyendas y mitos, y no en vano pues durante los muchos años que duró la Ultima Gran Guerra ni un solo soldado del ejercito negro se atrevió tan siquiera a poner un pie en él. Y Cuta entendía muy bien por qué, el sólo imaginarse estar pisando sobre los pasos ya borrados por el tiempo de aquél Señor le hacía sentir escalofríos.
Al llegar a la parte superior el elevador los depositó en una antesala gigantesca donde todo: el techo, las columnas, la paredes y hasta los muebles estaban envueltos por enredaderas. Cruzaron la antesala para ir luego a través de un largo y amplio pasillo cubierto de enredaderas que trepaban por las columnas y florecían en brillantes flores doradas las cuales eran las que iluminaban aquel recinto. Al final una puerta alta y negra les cerró el paso. Górgalos, puso sus manos sobre ella, y volteó a mirar a los hermanos.
- ¿Listos? – No esperó respuesta, empujó la puerta y esta se abrió.
Cuta se quedo pasmada, pues no habían paredes y esto le deban una sensación de enormidad. Estaban tan alto que se podía ver sobre las copas de los árboles y Kroares se mostraba como un infinito mar de verdor. Solo había un árbol cuya copa se erguía por encima de sus cabezas y estaba frente a ella justo detrás del trono de negra madera. Allí la vio, pero no estaba sentada en el trono, sino junto a él, rodeada de un corro de gente. Supo que era ella en el instante en que la vio, no fue por sus ropas pues vestía un sencillo traje verde completado por un abrigo negro de tela muy ligera. La reconoció pues era la misma mujer que había visto aquel día de la carrera saltar al mar. Su cabello negro estaba suelto y sonreía hacia ella con una cálida cordialidad.
Cutamipuagsi – Dijo entonces y su voz fue dulce y tersa -¡Has llegado al fin!
Peor que Cuta estaba Guro, quien no podía establecer patrones para la belleza que irradiaba aquella mujer. Sool se disculpó del resto de la gente, y caminó rápidamente hacia ella y le abrazó.
¡Ixchi! – exclamó mientras la apartaba y la miraba de pies a cabeza – Ni quinientos años han logrado diezmar en ti la belleza heredada de Felón – Luego hacia Guro – Y tú debes ser Guro.
…
Vaya al menos no irradias el terrible aura de tu ancestro, pero creo que compartes su misma elocuencia.
¡Encantado de conocerle Masis Sool! – logró decir finalmente Guro, al tiempo que sus mejillas se tornaban rojas.
Lo mismo digo, Guro. Gorka, que gusto verte de regreso.
Y justo a tiempo para la cena – Acotó el joven brujo – Me debes Encantadora.
Y te pagaré – dijo mientras reía con gran animo – Por lo pronto vamos todos a comer.
Todos caminaron juntos hasta una gran mesa en la que se llegaba por otro largo pasillo. Allí cada quién contó lo sucedido: La aparición de Samón (y su desaparición), la sorpresiva tormenta, el rescate de Guro, Sool escuchó con gran detenimiento la historia completa sin decir nada. Cuando hubieron terminado de comer, Sool se puso de pie.
- Ven conmigo pequeña – Cuta no tuvo ninguna observación con respecto al calificativo, pues se sentía diminuta ante la poderosa fuente que manaba de aquella mujer.
Caminaron por los balcones que rodeaban el tronco de aquel gran árbol que sobresalía por encima de los demás y lentamente fueron ascendiendo a medida que conversaban.
- ¿Cómo te sientes respecto a todo esto Cuta? – Cuta miraba maravillada a Sool, pues le inspiraba toda la confianza del mundo. Entonces recordó.
- Con todo respeto, Masis Sool, creo que usted sabe muy bien como me siento, ¿O me equivoco?
Cristal Sonrió.
- Tienes toda la razón, para mi tus emociones son un libro abierto y una ventana a tus pensamientos, pero uno nunca pierde la costumbre de preguntar. Bien, vamos directo al grano – El corazón de Cuta se aceleró – Debes controlarte, mi niña – Le dijo la encantadora – me cuesta concentrarme si me contagias esa emoción que te sacude por dentro.
- Lo siento – e intentó calmarse.
- Mucho mejor. Cuta, ¿Sabes cómo se decidió el final de la batalla de Omalaris?
- La historia dice que fue en la Corona de Morós donde se cerró definitivamente la puerta que podía traer de vuelta la presencia completa de Blass-en-mule. Allí se enfrentaron los nueve guardianes contra la mano del mismo Blass y la rompieron enviándola de regreso por la puerta.
- ¿Sabes quién asestó el golpe crucial en esa batalla?
- Edime – Cristal noto el creciente orgullo que provenía de Cuta al pronunciar ahora ese nombre.
- Así es. Yo estuve allí y lo recuerdo como si hubiese sido ayer – Cuta dejó de respirar por un momento, Sool le tomo por un brazo y cuando Cuta la miró a los ojos fue como si se lanzara por un abismo. Los Árboles y el bosque completo se desvanecieron y el cielo se oscureció. En medio de la negrura de la noche una corona de luces brillaba en lo alto de su cabeza y a través de ella salía en dirección hacia abajo un gigantesco brazo traslucido. Cuta sintió terror, era el brazo de Blass. Al final del gigantesco brazo, tan grande como el gran árbol de Kroares estaba esta mano de nueve dedos y cada dedo estaba extendido sobre nueve puntos de luz. Al fijarse más detenidamente descubrió que cada esferita de luz era en realidad un hechizo escudo levantado sobre nueve valers, y su asombro creció aún más cuando vio detrás de cada uno de estos valers había una masis. Las masies posaban sus manos sobre las espaldas de sus compañeros, les estaban pasando su fuerza a ellos. Todas tenían la misma mirada, tenían miedo, pero estaban convencidas de lo que hacían, tenían fuego en los ojos, y aún así todas eran hermosas. Eran las nueve Damas. Al mirar hacia un lado vio a Sool junto a ella, pero no era la misma Sool con la que estaba hacía un momento, este vestía un traje de guerra blanco y gris, que eran los colores de los uniformes de las fuerzas armadas de Agari de aquel entonces. Estaba en el suelo y de un costado corrían hilos de sangre que intentaba detener con su mano. Junto a ella había también una niña, de no más de siete años, de rizos castaños y hermoso rostro, esta lloraba aterrorizada. Entonces Sool sucumbió ante sus heridas y la pérdida desangre y se desmayó, la niña, la sacudía intentando despertarla sin éxito. Cuta sentía que el corazón le iba a reventar, quiso acercarse a la niña pero no pudo moverse pues una mano invisible aún la sostenía por el brazo. Vio como la niña miraba a los lados, intentando buscar respuesta, entonces se puso de pié y corrió hasta un de las cúpulas de luz. Sin duda aquellos eran sus padres. Felón y Falado. Cuta se sintió maravillada, en cierta forma era como ver a su madre, y las lágrimas comenzaron a correr por sus mejillas. Entonces la niña hizo lo impensable, recogió la espada que estaba en el suelo junto a la cúpula luminosa y corrió con ella hasta el centro del circulo que formaban las nueve damas con sus guardianes, Cuta pudo distinguir las miradas de preocupación y desesperación en los ojos de todos los allí presentes. En el centro del círculo había un pedestal, al cual subió de un solo brinco, blandió la espada y golpeó algo que brillaba sobre el que hasta ahora Cuta no había notado. Fue entonces que las cúpulas protectoras comenzaron a crecer y a vencer el empuje aplastante de los nueve dedos, la corona de luz lanzó destellos y comenzó a cerrarse en torno al horrible brazo. Y de repente estalló. Estallaron la corona, el brazo y los escudos en un montón de fragmentos de cristal efímero que se fue volviendo escarcha a medida que iba cayendo hacia el suelo. La luz fue tan intensa que Cuta tuvo que cerrarlos ojos y cubrírselos con la mano. Cuando los volvió a abrir estaba de nuevo de pie frente a Sool y en lo más alto de del Gran Arbol.
- Conque así fue como ocurrió, ¿Sabe? Usted sería muy buena profesora de historia – Luego cayó en cuenta de donde se encontraba - ¿Cómo llegamos aquí?
- Ya me lo habían dicho antes, y por favor dime Cristal – Ya en último tramo de aquel balcón en espiral se habían topado con una puertezuela que deba acceso a un mirador ubicado justo en la cima. Cristal la empujo hacia arriba y esta se terminó de elevar por si sola – Ven, sube.
Una vez arriba la vista era maravillosa. Nuevamente podía contemplar aquel interminable mar, que ahora se veía negro bajo la noche, sin embargo el viento le trajo aromas que nunca antes había percibido y se sintió maravillada. No había paredes, como era de esperarse y nueve pilares un poco más bajos que la estatura de un valer se levantaban alrededor.
- Es hermoso – Inki ya había salido y un poco más abajo se notaba el rojizo brillo de Kara que estaba por salir también.
- Si, lo es – Cristal miraba hacia el horizonte y dejaba que el viento jugara con sus cabellos, por un instante Cuta pensó que podía ser un ángel y que en cualquier momento saldría volando – Este es el Ojo del Mundo, Cuta. Es aquí donde tu destino se definirá y tal vez también el nuestro. Estás lista.
- Si, lo estoy – estaba nerviosa, pero no podía evitarlo, sin mencionar el hecho que sabía que Cristal podía leer todas sus emociones.
- Siéntate – le invitó la Encantadora, y ambas se sentaron frente a frente en el medio de aquel mirador – Este es el momento de tu elección, Cuta. Puedes elegir entre regresar sobre tus pasos y seguir viviendo tu vida o continuar un nuevo camino, un camino que estará lleno de obstáculos y dificultades y cuyo final es el más incierto.
- ¿Me habéis traído hasta aquí para preguntarme que deseo hacer? –Cuta se sintió confundida – Creí, que era mi destino venir aquí.
- Lo era, pero el destino de muchos está atados siempre al de uno solo. Todos somos dueños de nuestro destino, y a la vez a las causas y consecuencias del destino de los demás. A veces es posible leer el destino de alguien, y ver en sus ojos su vida dibujada, otras veces este destino esta nublado y es difícil ver hacia donde se dirige.
Cuta reflexionó por un momento.
- ¿Que pasará si regreso a casa? – Cristal le extendió una mano y Cuta se la tomó.
Una dicha tremenda llenó su corazón, logró sentir el afecto de una ser que adoraba. Se sentía profundamente enamorada y feliz de compartir su vida con alguien que también la quería con el mismo fervor, pero sus ojos se llenaron de lágrimas al sentir otra emoción aún mucho más fuerte, y Cuta sabía que no provenía de ella, ni de ese ser amado que estaba a su lado. Provenía de dos corazones que latían casi al unísono en su vientre. Lo sentía con toda claridad, estaba embarazada de mellizos. Nunca en su vida Cuta se había sentido más feliz. Y tan repentinamente como había comenzado, se esfumó, los latidos se detuvieron, sintió como si a su corazón le desnudaran y luego le bañaran con agua fría. Tuvo que contenerlas ganas de llorar, se sintió sola.
Cristal la miraba con una enorme ternura.
- Es tu futuro – le dijo – y nadie te lo puede quitar, pues te mereces eso y mucho más, mi dulce niña.
- ¿Ese es mi futuro si regreso a casa? – Cristal afirmó con la cabeza y sonriéndole. Cuta quiso salir corriendo y no detenerse hasta llegar a su pueblo, luego intentó calmarse. Miró hacia los lados y notó que ya Kara estaba afuera, pero cuando bajaba de nuevo la vista hacia Cristal notó algo que no había visto antes. Sobre cada uno de aquellos pilares había una lámina de vidrio muy delgado, tanto que apenas se podían notar a simple vista, y en cada uno de esas laminillas había un rostro que miraba, de manera expectante lo que allí estaba ocurriendo. Cuta volvió a mirar a Cristal - ¿Qué sucederá si sigo este nuevo camino?
- No lo sé. Esa es la parte de tu futuro que aún está envuelta en la niebla.
-¿Y cual ese camino? – Cristal asintió, y se puso de pie, Cuta la imitó.
- ¿Sabes que fue lo que Edime golpeó con la espada?
- La llave del Oráculo, fue esta llave con la que Blass pretendió abrir el portal desde el no-tiempo hasta nuestro mundo.
- Así es. Al romperse la llave el portal se cerró y Blass fue repelido. Sin embargo hace menos de un mes hubo una batalla aquí mismo.
- ¿En Kroares?
- En la mismísima sala del trono, un brujo apareció en medio del Salón e intentó llevarse algo consigo.
- Samón.
- Asi es.
- ¿Y que intentaba robar? – Cristal se llevó las manos hasta la nuca y comenzó a soltar el cordón con el que sostenía un pequeño cilindro de metal un poco mas corto que su dedo meñique.
- Esto – Dijo mientras se lo daba a Cuta para que lo mirase. Ella lo sostuvo entre sus manos y supo de qué se trataba, era un fragmento de la llave.
Mientras los sostenía, Cuta recordó que aquella pieza de metal había sido clave en la Guerra del Retorno y que por varios años estuvo pendida del cuello de un legendario guardián. Entonces otra pregunta le vino a la mente.
- ¿Por qué quería Samón llevarme con él?
- Samón lleva años reclutando jóvenes con potencial y corrompiéndolos para que se unan a el. Está formando un grupo poderoso y se está preparando.
-¿Preparando para qué?
- La Guerra del Retorno se libró con armas y maquinaria, la siguiente podría ser con otros recursos.
Cuta miró de nuevo hacia el horizonte. Le costaba pensar, su cabeza y su corazón estaban aún embotados de tristeza y soledad. Quería volver a sentir ese calor, ese amor, esa seguridad. Tomo entonces un gran respiro y lanzó sus dados.
¿Cuál es mi papel? – Cristal le sonrió con orgullo.
Buscar el otro fragmento de la llave y traerlo a Kroares.
Lágrimas comenzaron entonces a rodar por el rostro de Cuta sentía todo el dolor de la perdida de los seres que más había amado en toda su vida, a pesar que ni si quiera los conocía.
- El destino de todos esta unido al destino de uno – Dijo – ¿Si yo decido volver a casa habrá gente que sufrirá? – Cristal asintió.
- Pero tu nunca les conocerás, vivirás y morirás feliz en tu pueblo, junto a…
- Lo haré – Le cortó ella en seco, Cristal la miró de nuevo con ternura, y Cuta sintió su orgullo creciente. Eso la reconfortó. Luego le tomo la cara entre sus manos y le abrazó con fuerza – Quédate aquí el tiempo que quieras, yo debo bajar.
- Voy enseguida – Le respondió mientras se enjuagaba las lagrimas.
Cristal descendió por la trampilla y Cuta estaba por seguirle cuando volvió a notar que los rostros en los pedestales habían desaparecido, todos excepto uno. Era el rostro de una mujer, de tez clara y perfilada, sumamente hermosa. Su castaño cabello estaba recogido en una trenza que terminaba descansando sobre su hombro. En sus ojos también había lágrimas y sonreía. Cuta veía en ella algo muy familiar, algo en sus ojos.
- ¿Madre? – las palabras salieron de los labios de Cuta casi por un impulso y apenas y fue conciente de haberlas dicho. El rostro se desvaneció y Cuta salió corriendo tras Cristal a quien alcanzó unos pocos pasos más adelante.
- Cristal, ¿Quiénes nos observaban? ¿Quiénes eran los rostros en los pedestales?
Cristal se detuvo.
- Después que la llave fue destruida - comenzó a contarle – Aquellos que quedamos decidimos construir el Ojo del Mundo con un solo propósito: Mantener juntas a las nueve hermanas. Hay en Valeria nueve cristales como esos y están en poder de cada una de las Damas – Cuta recordó haber visto sólo rostros de masies.
- Entonces aquella valer…
- No era una valer.
- Felón - Nuevamente la dicha se encendió en su corazón, y comenzó a correr, tenía que contarle a su hermano todo aquello.
- ¡Cuta! – le gritó Cristal para que se detuviera, ella lo hizo y volteó a mirar a La Encantadora – Cuta, ante los Diez Sabios tu eres conocida como la Niña Ciervo, porque eres bella y corres como el viento.
Cuta volvió a sonreír, y siguió corriendo.
- Mi niña – Cristal dejó escapar un suspiro, mientras negaba con la cabeza – Contigo y tu sonrisa se comienza a escribir otro capitulo en la historia de Valeria.